No se trata de inspirar a nadie, tampoco de ayudar a otros,
sentirte útil o encontrar algo que te haga feliz.
Tan solo hay que dejarse ser uno mismo. Esa es quizás la
tarea más difícil y sencilla, ser uno mismo.
¿Qué carajo significa ser uno mismo?
Yo me he rajado el coco intentando averiguarlo. Me decía que
tenía que hacer esto o pensar aquello, porque eso era ser yo mismo. Me he
repetido que yo soy de esta manera o de tal otra, y que tengo que actuar acorde
a esos parámetros, sintiéndome decepcionado y culpable cuando no los cumplo.
Pero hoy, hoy admití que estaba completamente solo. Después
de una noche sin dormir y un vuelo de ocho horas viendo cinco películas, me
sentí en paz con mi soledad y con la incapacidad que tengo para describirme.
Solo quiero decirte, a ti, que si quieres, puedes dejar de
intentar ser algo, cualquier cosa, y limitarte a ser nada, absolutamente nada.
Yo entré en ese estado hoy, que al principio catalogué de
apatía, porque era como que ya nada me importaba. Daba igual que el avión se
estrellase, que mi cuerpo se destroce, que no tenga alojamiento esta noche.
Todas las preocupaciones acerca del futuro, las imágenes construidas en el
pasado, los recuerdos, las expectativas, los planes y los miedos, todo era
insignificante, o mejor dicho, inexistente.
Yo tan solo existía para estar postrado en un asiento, con
los ojos clavados en una pantalla y los oídos un tanto doloridos por la presión
atmosférica.
Pero de repente, me entró hambre, y saqué mi kilo de maní
para picar mientras veía mi cuarta película. En cuanto me disponía a dar el
primer bocado, la señora de mi lado me extendió la mano y me sonrío con
timidez, indicando que ella también quería maní.
Juro por Ginóbili y Patty Mills que me sentí tan feliz en
ese momento. Ofrecerle la bolsa abierta y ver cómo los dientes de la señora
crujían con los manises me llenaba de una euforia irracional.
-¡Sí, Joder! ¡De esto se trata carajo! –me decía por dentro.
Esa señora tenía un velo en su cabeza, no hablaba una
palabra de español y escuchaba canciones del Corán mientras yo veía King Kong.
En teoría no teníamos nada en común, pero allí estábamos, compartiendo una
bolsa de manís, con una inexplicable complicidad, sonriendo como si fuéramos
parientes.
Y después de eso vi mi quinta película, una que me llegó al
corazoncito y que viví muy intensamente. De la película tan solo quiero decirte
una pregunta: ¿Cuál es tu cosa favorita en La Tierra?
¡Qué pregunta tan hermosa! Me inspira tantas posibles
respuestas, pero más que responder, la cuestión en sí me excita, me hace
calentar la sangre y sentir que estoy flotando en una nube de algodonosas
semillas de toborochi. No hace falta contestar nada, porque al menos yo, no
puedo elegir una cosa favorita de La Tierra. Te podría decir bañarme en un río
cristalino, observar un colibrí, comer guisos a la leña, escuchar una historia,
reír y llorar al mismo tiempo… Hay tantas cosas que disfruto de esta vida, que
es precisamente por eso que me parece tan genial esa pregunta. Porque al menos
a mí, me llevó a todos los lugares, personitas, seres vivos y experiencias que
hacen borbotear el alma. Y no puedo elegir ninguno de ellos.
Al salir del avión y hacer la cola para pasar por migración
me empecé a matar de risa, yo solito, en medio de toda esa gente, me empecé a
reír. Porque me di cuenta de que no tenía que hacer nada por nadie, ni siquiera
por mí mismo, no tenía que hacer nada, ni ser nadie. Y de esa nada, siendo
nadie, emergió una profunda libertad expresada en carcajadas y lagrimitas que
no podían ser contenidas. ¡No sé cómo te puedo expresar el éxtasis que es
llorar y reír al mismo tiempo!
Y ahora viene la parte complicada del asunto, intentar
describir esa sensación indescriptible, esa revelación de claridad, ese momento
eterno. No se puede, las palabras no llegan, pero aun así, el alma se expresa y
aunque no tenga voz, hace eco. Y de toda esa gente, de todos esos peinados y
ropajes, de todos los idiomas hablados y experiencias vividas, no había un “yo”
y un “los demás”, tan solo había vida, y yo podía sentirla toda. Y la vida no
puede hacer algo por otro, porque se lo está haciendo a sí misma, y al
hacérselo a sí misma se lo está haciendo a los demás. Tan solo se puede
expresar con contradicción, pero contradicción aparente, contradicción para la
cabeza que analiza y la mente que procesa, ya que la esencia de la vida no está
hecha para entenderse.
No sé lo que tú tienes que hacer, pero sé que encontrarás tu
camino, porque ya estás en él, porque no puedes salirte de él, porque no hay
camino, porque lo creas al andar, y el andar te lleva a donde sientes ir. Como
escuché una vez: cuando aceptas la incertidumbre del camino, éste se convierte
en una aventura.
No hay nada que perder, ni nada que lamentar. Hay en cambio,
árboles cubiertos en musgo, de troncos añejos y raíces que inspiran sabiduría.
Hay abejas que beben sudor y ríos que arrastran arena. Hay sueños que emergen
invisibles, que se filtran entre poros y fluyen por la sangre, llegando hasta
las uñas de los dedos gordos de los pies, impregnando de rocío el pasto fresco.
La vida está aquí, respirando en este instante, dentro de
ti. ¿Cuál es tu cosa favorita de esta vida?