viernes, 27 de noviembre de 2015

Autobús

Amor:
Estoy en Perú. El ordenador está temblando. Hay nubes en el horizonte, nubes que dan sombra a las montañas del altiplano. He visto llamas, vicuñas y halcones. La naturaleza es una artista, la mayor artista de todos, pero aun así, nos empeñamos en ir en contra suya.
Porque amor, también he visto ciudades, ciudades cargadas de publicidad, de anuncios que venden condominios con piscina, anuncios de gente blanquita y elegante. He visto edificios enormes también aquí. Está pasando en todas partes, no solo en Estados Unidos, el desarrollo ha llegado también aquí, con todas sus consecuencias.
Me dolió, ¿Sabes? Ver que aquí también se persigue el sueño americano.
Y me vienen a la cabeza todo lo que hemos vivido en Estados Unidos, todas las personas que hemos conocido; las auténticas y las que no se permiten ser auténticas; las sencillas y las que se complican en apariencias. Me vienen a la cabeza Jim y Bryant, esos dos chicos a los que dimos un dólar y con los que conversamos de verdad, en una acera, esos chicos con los que lloramos y a los que abrazamos. Y me vienen también todos los abrazos que te di; porque abrazarte es lo más importante. Los abrazos son los más importante, de eso no cabe duda.
Esa tierra que llaman Estados Unidos es hermosa, pero no lo es por sus rascacielos, por su diversidad culinaria o el supuesto sueño americano. El sueño americano es una ilusión que divide a las personas, un símbolo que incita a la competición y la avaricia.
Pero me da pena, me da pena que el mundo quiera seguir ese sueño. En el autobús en el que estoy, ya han puesto unas 7 películas seguidas, cinco de las cuales han sido producciones de Hollywood, de entre las cuales 3 han sido completas americanadas. Películas con sus héroes y sus villanos, películas que hacen alarde a la violencia y a los estereotipos de género. Y ¿Sabes qué? Por las ventanas teníamos a nuestra disposición la mejor película que se puede ofrecer: El mundo real, con sus estepas, sus aldeas de casas de ladrillo y calles de tierra.
Estoy en un autobús en el que llevo casi 24 horas. Solo me he levantado para orinar y para dejar paso para que el chico de mi lado vaya a orinar.
Durante la noche un niño no paraba de gritar y la mamá no dejaba de intentar hacerlo callar. La gente murmuraba quejidos por el ruido, pero a mí no me molestaba; era tan solo un chiquillo gritando. Tampoco me molestó que mi compañero de asiento ocupara parte de mi sitio con su espalda y sus nalgas, de hecho, era bonito sentir cerca a otro ser humano.
Y ahora quiero correr, ya me lo imagino, extender las piernas, moverlas despacito primero, dar saltitos y luego acelerar, extender la vista al cielo y con un poco de suerte llegar hasta el lago Titicaca y disfrutarlo.
Pero con respecto a la pobreza y al materialismo; yo no tengo solución. No sé qué hacer para que no haya viviendas sin techo al lado de centros comerciales. Pero no tengo que hacerlo. No estoy aquí para buscar soluciones, ni para hacer política. Estoy aquí para vivir y para amar, para amarte a ti y a todo el mundo. Estoy aquí para abrazarlo todo, incluso a la fealdad, incluso al egoísmo y al miedo que engendra. Porque abrazar es lo más importante. Y para dar un abrazo auténtico tienes que abrir los brazos, estar completamente vulnerable; y alguien vulnerable es alguien sensible y se necesita sensibilidad en este mundo. Pero hay tantas ocupaciones y distracciones que nos mantienen en un estado constante de insensibilidad.
¿Te imaginas un mundo en el que los abrazos fueran lo más importante?

Al menos para mí, ya lo son.

1 comentario:

  1. Gracias por volver, últimamente es lo más cercano a la sensatez que tengo. Es maravilloso vivir con los brazos abiertos, aunque responde mejor la vida, la naturaleza, los animales... ¿Porqué el Ser Humano no se entera de nada a veces? Disfruta en el Titicaca. Me encanta como vas de sitio a sitio con el corazón abierto no sólo los brazos.

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