sábado, 18 de junio de 2016

No se me ocurre título

¿Será que es posible?
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?
No lo sé, no lo sé y tal vez, dentro de un rato, a dormir.
Todo se ha roto, una vez más.
El porqué, el cómo y el cuándo realmente no importan. La cuestión es que por más que me esfuerce, no puedo ser lo que era antes.
Qué curioso, ¿Verdad? Esforzarse por ser lo que eras antes.
Eso es lo que he estado haciendo desde hace algún tiempo, rechazar por completo lo que soy ahora, queriendo volver al estado en el que antes me encontraba.
Tenía una imagen muy definida acerca de mí mismo.
Al carajo otra vez. ¿Por qué me cuesta tanto tan solo soltarme y escribir lo que de verdad quiero escribir?
Siempre empiezo con preámbulos, con dudas, con mesura, calculando y controlando.
Lo que quiero decir es que últimamente he estado hecho una puta mierda. Bueno, para ser honesto, eso tampoco es cierto.
Ahora me siento culpable por haber escrito dos palabrotas seguidas. Y pienso en mi mamá, en lo que podría decir ella si lee esto. Ya imagino su cara, la consternación en su rostro…
Pero eso son más imágenes. Esa es la imagen que tengo de ella, no ella.
Tenemos una imagen de todo, o al menos yo la tengo y no me deja vivir. No vemos el mundo por lo que es, siempre hago una interpretación de éste. Siempre tengo una opinión, un juicio acerca de todo. Y juzgar no me permite ser libre.
Por otra parte, tengo miedo a que todo acabe, tengo miedo a soltarme. Tengo miedo a soltar mis apegos, a dejar las cosas fluir por su propio curso. Quiero llevar las riendas de mi vida.
Sin embargo, la semana pasada estuve dos días en un establo. Allí pude ver muchos caballitos, y solo puedo decir que esas criaturas son majestuosas. Sus mandíbulas enormes, sus labios suaves, sus ojos como platos, envueltos en pestañas interminables. A menudo tengo visiones con esos animales, visiones en las que me siento uno de ellos, corriendo por alguna pradera, sintiendo la fuerza de la tierra en mis patas.
No obstante, los caballos que vi en el establo, estaban encerrados en celdas o en porciones cuadradas de pasto. Quizás estén bien alimentados y sanos. Tal vez esos caballos lleguen a vivir más tiempo que sus congéneres salvajes, tal vez esos caballos ni siquiera se cuestionen si son libres o no. Quizás, incluso la libertad no tenga nada que ver con vivir dentro de cuatro verjas. A lo mejor la libertad es algo mucho más profundo y puede que aquellos caballos lo sepan.
Sea como sea, en ese establo vi cuánto daño hace ponerle riendas a la vida. Esos caballos que para mí simbolizan libertad, quedaban completamente sometidos a la voluntad del que los monta.
Y siento que eso mismo estaba queriendo hacer con mi vida. Tal vez en esencia yo sea el caballo, mientras que el ego tan solo sea el jinete, ese ser que tan solo pretende controlar, dominar y poseer; y que encima tiene la desfachatez de creer que lo que hace es algo bueno.
¿Por qué solo entendemos la vida como una lucha contra esta? ¿Por qué queremos dominarla? ¿Imponernos sobre ella?
Y sí, me asusta vivir sin control. Me da miedo amarte y no tenerte. Pero más me asusta que tú si puedas hacerlo, porque entonces yo me siento obligado a hacer lo mismo.
Pero, ¿Sabes qué?
A lo que en realidad tenía más miedo de todo, era al simple hecho de reconocerlo. Tenía miedo a escribir lo que estoy escribiendo, sin filtros, sin pensar si es bonito o feo, correcto o incorrecto.
Y no, no tengo respuestas. Una vez más, no tengo ni idea de quién soy.
Ahora me doy cuenta de que las preguntas trascendentales de la vida solo son importantes como preguntas, no como una búsqueda de respuestas. Porque no hay respuestas. Tan solo hay preguntas y atención. Cuando pones toda tu atención a la pregunta, la pregunta misma abre un sendero de luz. Y no hace falta responder, porque en la pregunta está contenida la respuesta, una respuesta que no necesita ser manifestada, porque no forma parte del mundo de lo manifiesto; pero sin embargo lo crea.
Hay un lugar del que surge todo, un lugar que no se encuentra en ningún sitio. Hay algo profundo en esta vida, algo mágico que late como una melodía. Hay un corazón que palpita y que se para, a cada instante, con cada vida y cada muerte.
No tengo explicaciones. No sé por qué escribo o de dónde surgen las palabras. Pero disfruto hacerlo.
No sé qué pasará con el mundo, con la humanidad o conmigo mismo.
¿Para qué estoy aquí?
No hay otro sitio en donde estar, nunca lo hubo. Hace poco leí en un sitio que en realidad la elección no existe, que nunca ha existido y nunca lo hará. Al principio me impactó, me parecía muy crudo, pero ahora lo veo de manera diferente. Lo que hacemos es lo único que podemos hacer, todas esas alternativas que creemos habernos perdido, todos esos caminos que podríamos haber tomado, todas las posibilidades que podían haber surgido de ellos, todo eso, es tan solo un movimiento mental, no existe. La realidad es que los “Y si” y los “Si hubiera”, junto con los “Si hiciera” no existen.
Tan solo es una pérdida de energía contemplar los mundos alternativos creados con decisiones que no tomamos o que no estamos tomando.
Pero algo dentro de mí me dice que no entiendo lo que acabo de decir, y esta vez no lo entiendo a ningún nivel. Y tengo ganas de borrar lo escrito, porque me da vergüenza mostrar que hay contradicción en mí. Pero, ¿Y qué?
Una vez más, miedo. Miedo a que me juzguen, miedo a que la imagen que tengo de mí mismo se vea alterada. Y puede que todos tengan una imagen de mí, eso no lo puedo controlar.
Mañana juegan los Cavs y LeBron. Tengo muchas ganas de verlos.
Hay libertad cuando no hay riendas. La vida no va en una dirección en concreto, va en todas a la vez y a ninguna en concreto.

Hay que perderse, perderse del todo, sin miedo a no poder encontrarte. 

jueves, 16 de junio de 2016

¿Cuál es el sentido de todo esto?

En todas las historias que he disfrutado, la protagonista llega a un punto de inflexión en su vida, un momento de cambio, de realización y reflexión. Puede que sea un momento duro en su vida, un momento de sufrimiento y aceptación del que surge algo nuevo, un momento en el que se encuentra a sí mismo y a partir de entonces empiezan a vivir de verdad, teniendo claro cuál es el propósito de su existencia.
Yo creí haber tenido ese punto de inflexión. Yo creí haber descubierto el significado de la vida y que lo único que quedaba por hacer era vivirla. Creí que después de haberme parado en seco y empezado a vivir con el corazón, todo lo demás vendría solo.
Y sí, todo lo que ha llegado, ha llegado solo, sin esfuerzo alguno. Así empezó todo, sin esfuerzos ni sacrificios. Así fui a Bolivia, con una intención y sin expectativas. Y allí viví, conocí y aprendí. Allí abracé, comí y anduve. Respiré con dificultad, reí, observé y dormí.
Pero Bolivia ya no está aquí, o mejor dicho, yo ya no estoy en Bolivia. Y ocurre que Bolivia era mi gran sueño. Después de Bolivia no había plan, no tengo plan, ni objetivos.
Siento que he vivido mucho. Tanto, que a veces me siento como un abuelito, uno cansado y agradecido por todo lo que ha visto y oído. Pero luego me paro por un segundo y me pregunto: ¿Y ahora qué? ¿A dónde voy? ¿Qué hago ahora?
Y me veo aquí, en un lugar desconocido, rodeado de gente con la que no tengo demasiada afinidad. Y esta vez no hay sueños en mi interior, no hay deseos que me impulsen hacia el futuro.
Entonces vuelve esa sensación de que ya he vivido suficiente, que estoy listo para irme al otro barrio. Y luego me siento mal por pensar eso, por no estar agradecido.
Y no sé, veo a la gente de aquí, con sus ocupaciones y sus vidas eficientes, y sin ánimo de crítica, veo esa existencia tan vacía. Veo tanta prisa por llegar a ninguna parte, por ser alguien, por labrarte un nombre.
Y yo mismo busco eso de algún modo. Por eso siento ese vacío en mi interior, porque estoy buscando algo ahí fuera que le dé sentido a la existencia.
Mas no lo hay. No hay nada ahí fuera que te vaya a dar paz.
Entonces surge la pregunta: ¿Qué sentido tiene todo esto?
No estás aquí para agradar, ni impresionar. No estás aquí para hacer el bien, ni para influenciar en los demás. No estás aquí por ningún motivo en concreto.
No estás aquí para fingir, hablar y juzgar. No estás aquí porque seas mejor o peor que nadie. No estás aquí porque te lo mereces, ni porque hayas tenido suerte. No estás aquí de paso, ni en un punto intermedio. No estás aquí esperando a que llegue algo mejor. No estás aquí por los demás.
Estás aquí porque este es el único lugar que existe. Aquí y ahora es todo cuanto hay. Estás aquí para ser tú mismo. Estás aquí para relacionarte con la vida. Y lo quieras o no, esa relación siempre existe. No puedes separarte de la vida, no puedes creerte aislado de nadie.
Eso es algo que la gente no entiende. Da igual que construyas fronteras, que dividas el mundo en países, castas y religiones; no puedes estar separado de ningún otro ser humano ni de ninguna forma de vida. La vida es una sola, manifestándose en infinitas formas. Pero la forma no es la esencia, y la esencia es única.
¿Quién habla ahora?
Nadie. Sale solo. Sale de la fuente.
¿Qué sentido tiene todo esto?
La vida solo tiene sentido cuando dejas de buscárselo. Cuando te rindes al hecho de que la mente no puede hallar ninguna respuesta, porque no la hay. ¿Y qué hago con este hecho?
Olvídalo. Olvidar es la única manera de aprender. En el intento de recordar te acabas encerrando en un concepto.
Pero la mente necesita un motivo para seguir operando, para seguir luchando y buscando. Vivimos controlados por la mente. Somos la mente. Pero, ¿Sólo somos eso? ¿O somos algo más?
¿Existe algo más aparte de esa mente, de esa imagen de nosotros mismos? ¿Hay algo más profundo? ¿Algo esencial? ¿Algo que no esté en lucha constante con todo? ¿Algo que esté más allá de las limitaciones del pensamiento?
No estoy divagando. Estoy cuestionando.
Hay vida en ti Ariel. Ríndete a ella. Ríndete, suelta los hombros, respira tranquilo. Hay tiempo. Hay tiempo para todo y tienes todo lo que necesitas. Da igual dónde estés. Eso no importa. Da igual lo que te rodea, ya sean personas, árboles o edificios. Tan solo observa y escucha. No te fuerces a hablar, ni tampoco te reprimas cuando quieras decir algo. Eres libre. Eres un niño. Todos son niños, por más que se quieran hacer los serios y profesionales. Por dentro, todos somos niños, aunque a veces nos encarcelemos a nosotros mismos dentro de la piel de un adulto. Así que juega. Tu cuerpo está diseñado para eso, para jugar, para expresarse y sudar. Pero sobre todo, no te agarres a nada. Aferrarte es asfixiar, tanto a lo que te aferras como a ti mismo. Eres libre, pero solo puedes serlo cuando dejas a los demás expresarse en libertad.
Escribe cuando tengas ganas y hazlo con sinceridad. No hagas nada que no sea honesto. En el engaño, en cualquiera de sus formas es donde empieza el conflicto. El mundo entero está a tu disposición y tú estás a disposición del mundo.
No esperes al momento adecuado y no tengas miedo de empeorar. No puedes empeorar o mejorar, tan solo aprender.
Y ahora, olvídate de todo esto. Deja que estas palabras se queden en esta hoja. No te fuerces a recordarlas y no las conviertas en un dogma. Y es que estas palabras no son tuyas, por tanto no podrás poseerlas, así como no puedes poseer nada. Las palabras vienen solas cuando conectas contigo.
Planta semillas, riega las plantas, abraza los árboles, pero no esperes sus frutos. No obstante, si salen, no dudes en recogerlos y disfrutarlos, tan solo cómelos y luego cágalos.