Te escribí esto allá por el mes de mayo, pero por algún
motivo este texto nunca salió de la carpeta de documentos del ordenador. En
parte, si soy sincero, no te lo mostré antes por puro olvido. Simplemente lo
escribí y no recordé que estaba ahí…
En fin, ahora está aquí y es para ti, para mí, y para todos,
en realidad:
La vida sigue fluyendo bajo mis pies y entrando a mis
pulmones con cada respiración.
Ahora mismo estoy en la casa de mi mamá, sentado en medio de
la sala, escuchando el violín que toca Rodrigo.
Recuerdo cuando estábamos en Castellón, también en medio de
una sala, hablando sobre mi mamá. Recuerdo cómo la definías y las anécdotas que
contabas sobre ella. Antes todo esto que estoy viviendo era un esbozo de sueño,
un lugar muy lejano. Y ahora estoy aquí. Y cada día me resulta difícil no
sentirme agradecido y afortunado por poder estar aquí.
Mi relación con mi mamá ha sido un proceso de aclimatación,
de paciencia y comprensión, por parte de ambos. Ha sido algo tremendamente
bello conocerla y convivir con ella, una experiencia que los dos necesitábamos.
Es un regalo estar aquí, conocer a mis hermanos, comer con
ellos, jugar con ellos, poder darles las buenas noches. Siento que la vida en
sí es un gran regalo y que cuando tu mente está despejada y prestas atención,
te das cuenta de la magia que exhala todo este mundo.
Y eso me hace recuerdo a ti, cuando contabas historias
acerca de tu trabajo y describías todo lo que observabas cuando estabas
atendiendo a los clientes. Veías gente de todo tipo, con diferentes actitudes,
veías la playa, las olas y los atardeceres. Y quizás la palabra para describir
lo que observabas no era “perfecto”, pero sí hermoso.
Eso me ocurrió el otro día cuando fui al centro de La Paz.
Vi gentes y vi las miradas cansadas de algunas de ellas. En algunos había risa,
en otros preocupación y en otros prisa. En la calle había basura, se escuchaban
bocinazos y se olía a combustible quemado. Todo aquello no era perfecto, pero
era bello sin lugar a dudas. Tan solo había que observar con atención y darte
la oportunidad de no juzgarlo. Aquel día, también fui consciente de que el
auténtico bienestar no llega de fuera, sino que está muy dentro de ti.
Y en ese bienestar está implícita la gratitud. Y por eso te
escribo hoy, para decir gracias, aunque eso ya lo he hecho mil veces.
Y es que, ¿Sabes qué
tío?
A menudo, cuando estoy solo y cierro los ojos, te veo a ti.
Te veo a ti, a Cathy y a todos los Castellonenses. Es algo muy real que me
ocurre, que me vienen intensas ráfagas, como latidos, en los que siento que
todas las personas están aquí mismo. Y en esos momentos, veo imágenes de
ustedes y momentos que compartimos, instantes que se abren y se cierran como
las pestañas, en los que se escuchan sonidos humanos, en los que veo paisajes y
recorro senderos por el medio del bosque. En esos momentos realmente siento que
estoy conectado con todo, que el mundo respira al unísono. Y me invade una
profunda gratitud, hacia todo, hacia la comida que entra por tu boca y a toda
la gente, plantas y otros seres vivos que hicieron posible que ese bocado se
funda con tu saliva. Y sientes humildad, una tremenda humildad en la que te
despojas de individualismos o delirios de grandeza, porque en todo tu ser vibra
la belleza de la sencillez.
Y no sé, simplemente quería compartir eso contigo. Porque te
quiero y porque sí. Porque Castellón es un refugio para mí, un lugar en el que
he aprendido, de ustedes y de mí mismo.
Además, como seguramente te habrán comentado, a finales de
agosto, Colleen y yo volvemos a España y tenemos muchas ganas de verlos y
compartir con ustedes. Pero ese momento ya llegará cuando tenga que llegar. Y,
la verdad, no tengo prisas porque llegue.
Ahora estoy aquí y estoy bien. Entonces, te preguntarás ¿Por
qué he decidido volver a España?
Al principio, yo mismo lo cuestionaba y me creaba conflicto
no tener una respuesta. Pero lo cierto es que no la hay. Simplemente era un
impulso de mi corazón; el mismo que hace tiempo fue el responsable de traerme a
Bolivia.
Quizás suene extraño, pero las grandes decisiones que he
tomado en mi vida, no las he hecho con la cabeza, sino con esa vocecita
interior, esa que no ha sido moldeada por la experiencia, esa que suena como un
niño inocente sin ninguna clase de condicionamiento.
No tengo respuestas tío, y creo que tampoco las estoy
buscando.
Así, no sé por qué no te he escrito antes, ni por qué elegí
hacerlo ahora. Pero así me ha brotado y me siento feliz haciéndolo.
Pero a pesar de haber estado casi un año sin vernos, no me
siento lejos de ti, ni de nadie en realidad. Tal vez sea porque hablo de
ustedes de manera frecuente o porque lo que vivimos juntos es parte de mi ser,
no lo sé.
La verdad es que solo me siento alejado de los demás y
separado de ellos, cuando estoy alejado de mí mismo, cuando me enredo en mi
cabeza, preocupándome por el futuro o torturándome con el pasado.
Y ahora me acabo de acordar una cosa que Colleen me dice
cada día al despertar, nada más abrir los ojitos, me mira y con una sonrisa de
aun dormida dice:
“Hoy es un día completamente nuevo, lleno de posibilidades,
nunca ha existido otro día igual en toda la historia de los días”.
¡Qué lindo! ¿No?
Veo que es sumamente cierto, y al escucharlo, me hace tomar
conciencia de que este día, al igual que todos, es una hoja en blanco, vacía,
donde cualquier cosa es posible.
Dicho esto, tan solo me gustaría desearte un hermoso día,
que allá ya es primavera y seguro el clima ya te invita a darte unos bañitos en
el mediterráneo.
Te mando un fuerte abrazo y nos vemos pronto!