¡Y finalmente ocurrió!
¡Trabajé y gané dinero!
Dediqué un continuo número de horas a realizar una tarea por
la cual obtuve una compensación económica.
Ahora puedo decir con orgullo que ya no soy un zángano de la
sociedad. Soy una persona productiva, trabajadora y responsable.
Pero, ¿Saben qué?
Todo esto es una ilusión. ¿Qué es real? ¿Qué es lo que
importa? ¿Por qué hay tanto miedo?
¿Por qué no vivimos simplemente?
Durante dos semanas recogí frutos del bosque en una finca
orgánica. Me pagaban 10 dólares por hora, y al principio tan solo recogía esos
frutitos para obtener la mayor cantidad de billetes al final de la jornada.
La ambición es algo muy fuerte, un impulso que te mueve y te
sacude. Yo quería más, pero en realidad no sabía por qué. ¿Para qué querer más?
Parece algo estúpido preguntarlo, porque todos quieren más;
desde los que no tienen nada hasta los que supuestamente tienen todo. Pero, ¿Es
que realmente alguien tiene algo?
¿Qué es nuestro? ¿Por qué queremos algo que sea nuestro?
Algo que sea mío y solo mío.
Antes me sentía juzgado por no trabajar y no ganar dinero,
me sentía un vago, alguien sin aspiraciones en la vida, una persona sin metas.
Sentía que estaba viviendo una ilusión; viviendo gratis en este mundo, tan solo
cocinando, comiendo, lavando platos, durmiendo y jugando básquet.
Pero ahora siento, y de verdad que lo siento, que todo lo
demás es una ilusión. El dinero, las posesiones, el poder, la reputación, las
leyes y normas sociales… Todas ellas existen, pero tan solo existen dentro de
este enorme juego que nos hemos montado.
¿Y qué pasa si ya no quieres jugar?
¿Qué pasa si no quieres pagar impuestos y deudas? ¿Qué
ocurre si no votas? ¿Si no te identificas con un país, una cultura o un
apellido?
¿Qué pasa si dejas de buscar? ¿Si dejas de esperar?
No lo sé. Pero, si dejo de intentar ser un adulto, si dejo
de esforzarme por ser Ariel Arguedas Fernandez, si dejo de luchar por
mantenerme seguro, si dejo de tener miedo a convertirme en un vagabundo y dejo
de pensar en cómo vivir, en todo lo que tengo que hacer y cumplir para seguir
viviendo… Si dejo de hacer todo eso, siento que estoy vivo, solo cuando dejo de
luchar por ser alguien, solo cuando dejo de intentar sobrevivir.
¿Qué pasa si dejas de luchar?
Todos me dicen –y yo me digo –que lo único que ocurre cuando
dejas de luchar es que empiezas a morir. Pero tal vez sea necesario morir,
porque esto que llamamos vida, para mí no tiene ningún sentido.
Lo que sí tiene sentido para mí, es amar, vivir, abrazar,
reír, cultivar verduras y cultivar relaciones, plantar semillas, semillas de
pepino y semillas de amistad. Tiene sentido parar de pensar y respirar,
tranquilo, sin ningún sentimiento de deuda u obligación.
Y sí, también le veo sentido a trabajar. A limpiar las
hierbas que rodean los cultivos, a regar las plantas, a picar verduras. Le veo
sentido a la educación, a aprender. Le veo sentido al descubrimiento del mundo,
a saber cómo utilizar un machete y un martillo. Le veo sentido a la
creatividad, en cualquiera de sus formas.
Pero no le veo sentido a hacer algo para obtener otra cosa a
cambio, ya sea dinero, aprobación o prestigio. Y no le veo sentido, porque para
mí, es simplemente demasiado complicado.
Siento lo mismo cuando me fijo en los ingredientes de una
lata de comida procesada y no entiendo ninguno de los ingredientes. ¿Por qué
tiene que ser tan complicado?
Y quizás algunos sean buenos entendiendo cómo funciona este
mundo, y se dediquen a estudiarlo e intentar buscar la manera en que pueden
beneficiarse de éste. También sé que otros quieren entender cómo funcionan las
cosas para explicárselas a los demás y hacer las cosas más justas.
Sé que mucha gente con muy buenas intenciones está muy
metida y comprometida en el sistema que hemos creado. Pero yo, lo único que
entiendo de este mundo y de este sistema, es que se basa en el miedo.
Yo siempre he tenido miedo, y siempre he encontrado una
excusa para mantenerlo. Después de todo, ¿Quién está tan loco como para vivir
sin miedo?
Hace casi una semana que tenía ganas de escribir todo esto,
pero en mi cabeza lo visualizaba de manera diferente. Me imaginaba narrando
todo lo que he experimentado, todas las cosas que he hecho y que he aprendido.
Ya que siento que las últimas semanas han sido muy significativas para mí.
Estoy en una granja, con unas personitas llamadas Doug y Jo
Ann. Con ellos he macheteado espinas, he movido rebaños de ovejas, he aprendido
cómo hacer un buen pesto, he cosechado frambuesas y he compartido una mesa en
la que se disfruta de la comida.
También, ha sido muy importante para mí recoger frutos y que
me paguen por ello. Fue muy bueno observar la ambición en mí, verla y no
juzgarla, ni juzgarme. Darme cuenta de que el dinero es tan solo dinero, que
cuando lo tienes en tus manos es tan solo papel que utilizas para algunas
cosas, pero que no es mío y que en realidad no es de nadie.
En el trabajo de los frutos, también aprendí acerca del
valor de la comida, de la cantidad de tiempo y trabajo que requiere cultivar y
cosechar los alimentos, pero sobre todo, también me he dado cuenta de lo
distantes que estamos de lo que comemos. En realidad, veo que estamos muy
distantes de cosas muy básicas que damos por sentadas, mientras estamos
ocupados en nuestras vidas tan complicadas.
Al recoger esos frutos me di cuenta de la importancia de lo
que yo estaba haciendo, y es que esos frutos iban a alimentar a otras personas.
Daba igual que yo hiciera dinero o no, lo que de verdad importaba, era
recolectar esos frutitos con amor y entusiasmo; algo que no podía hacer cuando
mi mente tan solo estaba ocupada contando las horas que llevaba ahí y lo que me
tenían que pagar cuando terminase.
El amor requiere una ausencia absoluta de egoísmo.
En estas semanas, esta es la primera vez que me he permitido
no estar ocupado y escribir. Y siento que aunque he estado ocupado en cosas que
me interesaban, sigue siendo necesario detenerte, parar y descansar.
En estas semanas he tenido tiempo para trabajar con amor y
sin amor, y he notado la diferencia. El cuerpo se agota cuando no hay amor en lo
que haces, la mente se aburre y el corazón se encarcela.
Y también veo que aunque ames lo que haces, cuando te
fuerzas a hacerlo, cuando sigues un régimen o te ciñes a un horario, el amor se
desvanece.
Lo he notado en mí, cuando el cuerpo me pedía una siesta y
en lugar de eso, le daba trabajo. Los músculos no actúan igual, no se mueven
con la misma fluidez, porque claro, los estás forzando.
También sentí una tremenda presión por demostrar a los demás
y a mí mismo que puedo ser un trabajador duro, que soy una persona seria y
responsable. Pero, ¿Para qué demostrar nada? ¿Qué es lo que tienes que
demostrar?
En algunos momentos me sentí orgulloso de mí mismo y quería
compartir ese orgullo. Pero ahora, no sé por qué, no siento orgullo de lo que
hice. Tampoco siento vergüenza por tener un fajo de billetes en la cartera, ni
me siento culpable por haber hecho cosas sin amor en algunos momentos.
Tan solo estoy aquí, una vez más, expresándome a través de
unas palabras. Y no importa lo que ocurrió antes, no importa lo que yo hice o
lo que tú hiciste. Tan solo importa que estamos aquí, en este momento, que
estamos vivos, que todo es posible.
Al fin y al cabo, hay que estar muy loco para vivir con
miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario