martes, 10 de noviembre de 2015

Queridos amigos:

Queridos amigos:
Ojalá pudiera expresar lo que siento, ojalá hubiera palabras para describir la sencillez. La vida se va. La vida se va en suspiros de los que ni siquiera somos conscientes. La vida se va mientras le buscamos sentido. La vida se va mientras le buscamos solución. La vida se va entre juicios y prejuicios. La vida se va entre placeres y temores. La vida se va, se va… Y aun así, estamos vivos.
Qué fácil es todo cuando te limitas a amar, a sentir, a llorar y escuchar. Llevo más de dos meses en el supuesto país más rico del mundo. Y podría resumir mi viaje nombrando ciudades importantes o mostrando las fotos que te sacas con una sonrisa. Pero este viaje no es de esos. Este viaje ha sido doloroso en muchos sentidos. Me he roto por dentro, me he sentido pequeño e insignificante. Me he sentido fuera de lugar en casas enormes, he tartamudeado al expresarme… He discutido hasta el hastío con una persona a la que amo, he mentido a los demás para no incomodarles con mi manera de ser. He comido mucho helado y he aprendido a utilizar las libras y los grados Fahrenheit. No he podido sin embargo familiarizarme con los dólares, ya que hasta ahora siempre he tenido a alguien a mi lado contando los billetes y monedas por mí.
He visitado una universidad prestigiosa que rebosa alumnos de gran inteligencia. No se pueden imaginar lo incómodo que es estar rodeado de estudiantes que aspiran a cambiar el mundo cuando yo ni siquiera he terminado la universidad.
En este país mi corazón se ha puesto en duda. En este país en el que todos trabajan y todos estudian y todos están ocupados haciendo cosas importantes me he sentido como un vagabundo, como alguien cuya vida no tiene sentido.
He llorado, sufrido y gritado, me he preocupado, he contado historias acerca de mi futuro que yo no me creo. He pensado en dinero y en mil maneras posibles acerca de cómo ganarlo.
También he pensado en cómo mantener una relación de pareja con una chica de este país cuando tan solo puedo estar tres meses aquí. También me he preguntado si realmente me gustaría vivir en este sitio, en el país de las oportunidades, en el lugar en el que todo es posible. Lo que nadie te dice de este país es lo esclava que es la gente de las oportunidades que goza. He conocido muchas personas respetables, jóvenes, talentosas, pero todas ellas se veían tan estresadas… Todos cansados de las largas jornadas de trabajo, todos deseando que lleguen los fines de semana, todos quejándose del siguiente examen, del jefe o de los horarios, todos intentando buscar alguna excusa para seguir como están, todos buscando esperanzas en el futuro, esperando a que las cosas cambien, que las cosas mejoren.
Me han dicho que en algún momento tendré que despertar del sueño en el que vivo, me han dicho que no se puede vivir de la generosidad de los demás. Pero, si no vivimos de generosidad, ¿De qué vivimos entonces?
Vivimos de sueldos, de ambiciones y egoísmo. Vivimos de poner “Yo” por delante de “Tú”, vivimos de negocios, de apariencias y mentiras.
Este mundo está al revés, está al revés…
Pero, ¿Saben qué?
He tenido cinco días de pausa, cinco días durmiendo en un colchón inflable en una habitación de techo bajo. He pasado las mañanas remoloneando en la cama e inventando historias por la noche. He hablado con sinceridad y he cocinado espaguetis con cebolla y calabacín amarillo. Me he parado a ver mi vida, a abrazar a un amigo y a decir gracias. He visto un partido de basket en un bar y he disfrutado de un atardecer montado en una bicicleta oxidada.
Y hoy, hoy he vuelto a llorar y reír al mismo tiempo. Hoy he redescubierto que estoy vivo, que estamos vivos y que la vida es simple. Que la vida solo tiene sentido cuando la vives con honestidad, cuando no te escondes, cuando no intentas ser fuerte, ni aparentar serlo. Hoy he sentido el sufrimiento del mundo en mí. Hoy he llorado por el incendio de indonesia y porque en dos semanas veré a mi mamá por primera vez en diez años. Hoy he sentido todas las emociones de este viaje en un latido. Hoy he sentido paz en una respiración entrecortada.
La vida no se trata de lo que voy a hacer después. La vida no es el objetivo que me proponía alcanzar o el lugar al que pretendía llegar. No necesito venderme como una persona exitosa, interesante o diferente. No soy especial, no soy mejor o peor que nadie. Pero estoy vivo, estoy respirando, escribiendo, como siempre a unas horas intempestivas y tengo mocos atorados en la nariz. Mis ojos están rojos y mi corazón está tranquilo.
Me he dado cuenta que lo que de verdad importa no es lo que voy a hacer o la actividad a la que dedicaré mi vida. Mucho tiempo me he pasado pensando en el siguiente paso, en lo que haré para subsistir, en lo que puedo aportar a la sociedad.
Pero lo que de verdad puedo aportar, lo que de verdad tiene valor, es simplemente ser yo mismo, en mi completa totalidad; sin pretender ser alguien más, sin pretender hacer algo por los demás, sin querer obtener algo a cambio.
Y tengo todo el tiempo del mundo. No tengo prisas, ninguna. El miedo a que el tiempo se acabe es lo que más presión te pone encima, lo que te hace precipitarte, volverte insensible. La sensibilidad requiere tranquilidad, paciencia para observar y comprender, pero si no te tomas la libertad de andar despacio, si siempre te mantienes ocupado, la vida se va en el intento de retenerla entre las manecillas del reloj.
Y cuando soy yo mismo, cuando soy yo mismo de verdad, escribo, hablo inglés de manera decente, juego basket, sudo, me ducho con agua fría y realizo cánticos chamánicos. Cuando soy yo mismo juego al frisbee y me lanzo por el disco con todo cuanto tengo. Cuando soy yo mismo no me pregunto cómo podremos estar juntos, porque ya lo estamos.
Soy un ser humano, una criatura que vive, como la lluvia, como los helechos y las morsas y las abejas. Y la vida, la vida es la mayor fuerza que existe y está en todos nosotros. Somos la vida misma, manifestándose en mil formas distintas. Y sin embargo, qué poco vivimos y qué mucho nos complicamos; esperando, pensando, aparentando, buscando, deseando, llegando y viniendo…

Ya he dicho todo lo que tenía que decir. Me voy a dormir.  

2 comentarios:

  1. Y la vida, la vida es la mayor fuerza que existe y está en todos nosotros. Somos la vida misma, manifestándose en mil formas distintas. Y sin embargo, qué poco vivimos y qué mucho nos complicamos; esperando, pensando, aparentando, buscando, deseando, llegando y viniendo…SI¡¡¡¡¡¡

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  2. Y sin embargo allí estás experimentando todo lo que has escrito...¿Acaso eso no es vivir? Vive y elije... todo está en ti. Aquí estamos los otros que en el fondo somos uno y además esperándote para que sigas contando tus experiencias.
    Un fuerte abrazo, siéntelo cuando lo necesites.

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