jueves, 19 de octubre de 2017

No seas tacaño

No hablo de dinero. No seas tacaño con tus sonrisas, ni con abrazos, gestos de cariño y palabras de ánimo.
Ha habido muchas ocasiones en las que me he sentido una mierda absoluta. Me he sentido perdido, que nada tenía sentido, que lo que hacía carecía de relevancia. He atravesado momentos de soledad, de aislamiento, de sufrimiento por el simple hecho de existir, momentos en los que todo mi mundo se resquebrajaba y en los que tan solo quería desaparecer y dejar este mundo torcido y complicado.
Pero, ¿Saben qué?
En mi vida me cuesta encontrar un recuerdo en el que tan solo haya habido dolor. Porque siempre, después de cada tormenta, cuando el cielo estaba más gris y oscuro que nunca, siempre ha habido algo o alguien que abría un rayito de luz en el horizonte, una estela que calienta, que atraviesa huesos y  hace cantar a los glóbulos rojos que lleva la sangre.
Y esa luz siempre ha llegado de un gesto inesperado de calidez y amor.
Hoy, por ejemplo, estaba preguntándome una vez más si es que soy un buen profesor. Estaba dudando de mí mismo, y para colmo, en medio de una de mis clases, se abre la puerta, y el director de la academia me pregunta si puede observar la clase unos minutos.
Me sentí expuesto, desnudo y petrificado. Tartamudeé un poco al continuar hablando a mis alumnos y con cara de pánico, le dije al director que estaba un poco nervioso. Él sonrió y me dijo que hiciera como si no estuviera ahí.
Al terminar la clase, bajé las escaleras y al encontrármelo en recepción me preguntó si tenía unos minutos para hablar con él. Le dije que sí, un poco asustado, pensando en qué me iba a decir de lo que observó…
Pero no, como una sonrisa (sincera en mi opinión) me dijo que mi manera de explicar las cosas le pareció fantástica.
-Explicas la gramática mejor que yo –fueron sus palabras, queriendo añadir algo de humor y quitándole hierro al asunto. –Estamos muy agradecidos de poder contar contigo.
Es un buen tipo. Veo que quiere hacer las cosas bien y tratar a las personas con cariño y respeto. Pero seguramente él no se imagina cuánto significan esas palabras parar mí.
No es que necesite a alguien que me diga cosas bonitas, que me dé palmaditas de aprobación en la espalda o que indique el camino que tengo que recorrer. Simplemente, hay veces en las que sientes que has perdido algo, que hay algo dentro de ti que no se siente bien, y es simplemente un regalo que la vida, en forma de persona, que te recuerden que vales la pena, que eres bueno y que las cosas están bien.
Puede parecer superficial, pero la conversación con el director me trajo sensaciones pasadas, recuerdos de abrazos de desconocidos, gestos de bondad en momentos inesperados e incluso en situaciones en las que creía que no los merecía.
En mi vida ha habido tantas personitas que han sido esa luz filtrándose entre nubarrones grises. Luz que te recuerda la propia luz que hay en ti, pero que a veces olvidas que ya la llevas dentro.
Por eso, desde aquí hago un llamamiento a no tacañear esos gestos. Por lo menos a mí, en ocasiones me ha dado vergüenza soltar una sonrisa o expresar gratitud, por miedo a cómo reaccionarían los demás. Pero, ¿Por qué privar a los demás de lo mejor de nosotros?
El amor es lo que somos y es lo mejor que tenemos. Y aun así, hay veces que elegimos guardarlo en lugar de expresarlo, soltarlo, dejar que vuele, nade y que inunde.
Hoy quiero agradecer a todos los que me han regalado gestos “pequeños” de amor. Desconocidos, amigos, familiares, animales, árboles, viento, lluvia, sol, luna, planeta, estrellas, ríos, mares… A todo lo que vive y a toda la vida, gracias, de todo corazón. Gracias por estar ahí, por estar en mí.

No te guardes sonrisas, no esquives miradas, no vayas nunca con tanta prisa como para perderte la oportunidad de regalar un poquito de amor. Es ahí donde se escribe una nueva historia para el mundo, en lo cotidiano, en lo que vivimos día a día. Que el amor sea la tinta que dé forma a esta historia.


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