domingo, 5 de agosto de 2018

27


Empezó lloviendo. El aire seco comenzó a empaparse. Las ventanas se inundaron de gotas y la cancha se llenó de piscinas de lodo.
Ayer cumplí 27 años. Ayer me metí a la piscina mientras llovía. Ayer corrí chapoteando sobre charcos. Comí guiso de garbanzos, dormí siesta. Volví a correr. Escribí cartas. Hablé por teléfono. Me dejé felicitar. Vi Black Panther y grité “Wakanda Forever”. Jugué al Risk versión Juego de Tronos y elegí a la casa Martell.
Escribe más, más frecuente. No sobre ti. Sobre lo que te rodea. Sobre el mundo exterior.
No. Escribe sobre lo que sientas. No te fuerces. Deja que las cosas pasen. Facilita que ocurran, pero no las empujes, ni te tenses.
Todo a su tiempo. Comer sin hambre es triste, pero hacerlo cuando las tripas te rugen es glorioso.
27 años. Da igual la cifra. Pero es bonito. Es bonito pararse y contar las vueltas que has dado al sol. Es bonito dejarte abrazar y aceptar comida y regalos.
Es bonito recordar que no has conseguido nada solo. Nunca seré independiente. Quiero depender de la tierra que me sostiene y el oxígeno que me nutre. Quiero ser capaz de tropezarme y tener la valentía suficiente para dejarme levantar y decir gracias.
Creo en ser humilde sin presumirlo, en ser bondadoso sin cuestionarlo. Creo en que darnos la mano unos a otros se convierta en lo natural y no la excepción.
He visto mucho en 27 años. He visto belleza que quita el aliento y fealdad que arruga las entrañas. Fealdad con esencia egoísta, basada en miedo e impulsada por codicia.
He sentido amor y en el amor he descubierto la esencia de la vida. He tratado de poseer lo más valioso y se me ha escapado de entre los dedos. Así he aprendido que la belleza no se atrapa, sino que se vive.
He aprendido, teorías, cosas prácticas, recetas y condicionamientos. La experiencia da conocimiento, pero puede quitar inocencia.
No pierdas la inocencia. No veas el mundo como algo viejo, en el que todo está escrito. No creas en un mundo predecible, en el que todo se explica y se mide.
Me gustan los misterios, perseguirlos y no encontrarlos.
Me gusta no saber lo que va a pasar.
Creo que la vida es mágica. Creo que todo es posible y que hay un equilibrio natural. Creo en lo que un amigo me dijo una vez, que no podemos perdernos, que no podemos alejarnos del corazón, porque éste está latiendo en nosotros.
Creo que no hay méritos individuales. No hay motivos para colgarse medallas y presumir de lo conseguido. 
Tengo 27 años y pienso mucho en la muerte. Mi sueño es morir en paz, observando un atardecer, agradecido por el tiempo, brindando por lo que fue y por los que vienen después de mí.
Pienso mucho en la muerte y tengo muchas ganas de vivir.
No terminé la universidad, pero me apasiona la educación. Me apasiona compartir con las personas, escucharlas y propiciar espacios de descubrimiento.
Me gustan las películas de Marvel, sobre todo cuando las veo con amigos.
A veces me aburro y entro a Facebook, o a Youtube. No soy muy bueno manteniendo mi ropa limpia, pero me encanta lavar platos.
En ocasiones no cumplo mis promesas, tengo envidia, o quiero más de lo que necesito.
Estoy aprendiendo. Estoy andando. Estoy viviendo. Me siento agradecido y creo en que no hace falta ser un santo, un iluminado, o carecer de ego, para emprender un camino de vida coherente.
Creo en la honestidad y la transparencia, en la fortaleza de lo vulnerable y en que los pequeños detalles cambian el mundo. Es más, creo que lo que llamamos pequeño, en general, suele ser lo más grande. Y que lo que vemos como grande, en realidad está vacío, como los cereales inflados.
Ayer cumplí 27 años de vida. Pero lo importante de los cumpleaños, no es la persona que los cumple, sino la celebración que lo envuelve. Celebrar la vida, celebrar que estamos aquí, ahora, que estamos juntos y que nuestro corazón late. Ese es el verdadero motivo de la celebración.





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