Las personitas por las que siento más admiración tienen algo
en común; todas ellas son conscientes del papel que juega la suerte en sus
vidas. De un modo u otro, esas personas que admiro tienen facilidad para
comprender que lo que han logrado, en gran medida, fue gracias a eventos
inexplicables, vientos favorables, caminos que se abrieron en el momento
preciso y manos que las levantaron después de tropezar.
Admiro a estas personas porque yo siento lo mismo.
Personalmente, creo que soy muy afortunado y no veo que haya hecho nada
especial para merecerlo.
Crecí en un ambiente que me invitaba a cuestionar y
reflexionar. De niño nunca se me cerraron las puertas a desarrollar
sensibilidad y otras áreas que suelen considerarse más “femeninas”.
La atmósfera que me envolvió y las personas que guiaron mis
pasos durante la infancia y adolescencia fueron plantando las semillas de quien
soy ahora.
Así es como veo el sendero recorrido hasta el día de hoy, un
sendero no exento de caídas y desafíos, lleno de expectativas que no se
cumplieron y cambios inesperados.
Pero, de algún modo u otro, creo que las puertas siempre se
han abierto y de momento, nunca he sufrido carencia alguna.
No creo que eso haya ocurrido porque yo lo merezca más que
otras personas o porque sea especial en algún sentido. Tan solo siento que la
suerte, hasta ahora, me ha acompañado.
No hay otra manera de decirlo. Siento que tengo suerte y a
decir verdad, espero seguirla teniendo.
La suerte es algo tan difícil de explicar o comprender. A
veces se niega su existencia, o se la utiliza como excusa. En ocasiones se le
culpa, se le reza y hasta se le implora.
Yo, por lo general, disfruto de danzar con la suerte sin
hacerle demasiadas preguntas. Pero si algo he descubierto acerca de la suerte,
es que va de la mano de la gratitud.
Quizás suene extraño, pero la experiencia me ha ido
enseñando que cuanta más gratitud expreses, más afortunado te sentirás. Y tal
vez solo sea un autoengaño. Puede que tu suerte no aumente al sentirte
agradecido, sino que ese mismo estado de gratitud te predisponga a sentir los
vientos soplando a tu favor. Pero algo me dice que esas dos, suerte y gratitud,
sí que están relacionadas de una manera profunda.
Y en esa relación, no sé cuál llega primero, si la suerte o la
gratitud. Para mí está claro que cuando hay suerte, uno agradece, y cuando uno
agradece, eso aumenta la sensación de tener suerte.
El problema es que creo que a veces tenemos suerte y no
estamos agradecidos por ella. Pasamos de largo, o incluso peor, maldecimos
nuestra fortuna y las cartas con las que nos ha tocado jugar.
Creo que es una gran suerte tener familia que te apoye, o
comida sobre la mesa, agua potable e incluso aire que llene los pulmones. Pero
con demasiada frecuencia damos eso por sentado.
Y podríamos decir que la vida se convertiría en algo
abrumador si nos pusiéramos a agradecer por cada pequeño detalle que se nos
regala. Pero, una vez, más, de a poco voy comprendiendo que no hay detalle
pequeño. Y al menos por experiencia propia, todavía no he llegado a sentirme
tan agradecido que resulta incómodo. Eso
sí, en muchísimas ocasiones la gratitud ha llegado a abrumarme, tanto, que
tenía que llorar y reír al mismo tiempo para que ésta pueda fluir por mi cuerpo.
Cuando la gratitud te llena, uno hace cosas raras. A veces
me he hincado de rodillas y extendido los brazos al cielo, he soltado rugidos,
bailado como espiga al viento, untado de barro y lanzado besos al sol y a las
estrellas.
La gratitud, creo yo, tiene su esencia en la vulnerabilidad
de la vida. No sé cuánto voy a vivir, no sé lo que va a ocurrir, no sé si
quedará planeta si seguimos consumiéndolo a este ritmo. Pero agradezco este
momento, agradezco esta noche en la que escribo tranquilo, en la que cantan
grillos y rugen olas. Agradezco la vida que late en mí y me siento afortunado
por el retumbar del corazón en el pecho.
No creo que podamos controlar lo que va ocurriendo por el
sendero vital. Es decir, no creo que podamos elegir nuestra suerte. Llegamos a
esta vida con las cartas que nos tocan, llegamos con predisposiciones
genéticas, morenos, blancos o color cacao. Venimos con piernas flacas o torsos
anchos, facilidad para el arte o las matemáticas. Venimos en formas y
contenidos infinitos, y eso, no se elige. No se eligen los accidentes, las
desventuras, ni esos momentos de magia, en los que todo encaja. No elegimos
cuando llueve, ni que nos gusten los chicos o las chicas.
La suerte no se elige, llega. Y el simple hecho de
comprender eso, hace brotar gratitud, tolerancia, humildad y compasión.
Si tengo éxito en algo, no es realmente por mí, sino por
todo lo que ocurrió y contribuyó a ponerme en esa situación. Si alguien es
mezquino, o egoísta, probablemente su suerte y circunstancias jueguen un papel
importante en dicha actitud.
La gratitud abraza a la suerte, la comprende y no le pide
que cambie, no le exige que se vuelva más fiable o predecible, no le pide que
transforme su naturaleza escurridiza y misteriosa. La gratitud no necesita
asegurarse que la suerte será buena, tan solo confía en ella, sin ningún motivo
en particular, tan solo lo hace, como lo haría una buena amiga, por puro amor
incondicional. Así describiría la relación que tienen esas dos.
Y por último, hoy me gustaría darnos un consejo, o bueno, en
vez de consejo, llamémoslo brindis:
Detengámonos un momento, respiremos con calma y permitámonos
sentirnos agradecidos, por este momento y por el misterio del porvenir, que no
controlo, pero en el cuál confío.
Hey Ariel soy Fernando como estas? Estoy en México wey, en Hermosillo!
ResponderEliminarQue onda? Sigues por aquí? Me cerré facebook ahora solo tengo email fleonh90@gmail.com
Perdí tu teléfono, mi WhatsApp es el mismo 6333...