La garganta todavía raspa un poquito. Las gallinas trepan
tejados de metal y los mangos crecen, poniéndose rojos, preparándose para la
inminente temporada.
Estoy vivo. Estoy feliz. Me siento agradecido por estar
aquí.
A veces me preocupo por la lluvia y por grandes troncos que
se transportan en camiones por la carretera. Me pregunto si el planeta
aguantará mucho más.
En otras ocasiones me preocupo por cosas más pequeñas, tales
como mi apariencia, por lo que haré mañana o por lo que piensan de mí los
demás.
Pero, si soy sincero, la mayor parte del tiempo estoy bien.
Disfruto y aprendo de esta experiencia vital. Cocino con cariño, abrazo
cerrando los ojos y respiro siendo consciente del aire que penetra los
pulmones.
Intento recordarme cada día lo que de verdad importa y me
repito el mantra de que queda tiempo, que Arbolia existe y que está aquí.
El mundo con el que sueño, no está lejos, está aquí, en las
acciones diarias, en lo que pienso, digo y siento en cada instante. Como
escuché decir a Eduardo Galeano una vez, “Este mundo cansado y viejo está
preñado de uno nuevo”.
Los sueños no viven en el futuro, laten ahora, sobre
esta mesa en la que escribo. Son semillas, brotando, despacito, abriéndose
camino sobre cualquier terreno.
Yo sigo enseñando inglés, entrenando fútbol, acompañando
niños de aquí para allá. Como aguacates a diario, barro el porche cada dos días
y salgo al arroyo a hacer ejercicio. Levanto piedras, me deslizo como serpiente
entre la arena y dejo que el sudor vaya inundando mi rostro.
Hace tiempo que no escribo para ustedes. Pero, he estado
escribiendo mucho, he estado sumergido en historias que despiertan mi alma, he
estado llenando páginas de un cuadernito de colores.
En este tiempo me he sentido en paz sin forzarme a compartir
lo que me pasa por la cabecita. Pero las cosquillas de mostrar lo que voy
aprendiendo y descubriendo me han llevado hasta aquí. No sé quién leerá esto.
Pero al escribir, imagino familia, amigos y desconocidos.
Antes decía e intentaba convencerme de que solo escribo para
mí. Pero en este tiempo sin publicar nada, me he dado cuenta de que no es algo
tan simple y dicotómico. Escribo por mí, pero también escribo por ustedes.
Ustedes son un impulso, una llamada, una fuente de inspiración. ¿Quiénes son ustedes?
El mundo. Son el mundo, con mil rostros distintos y cabezas
diversas. Escribir es mi manera de compartir lo que soy con ese mar de gente. No
sé cuántas personas leerán esto, pero las palabras escritas están ahí, a
disposición de quien las quiera. Escribir es como regar lo que soy por el
sendero vital. Es conectar lo que hay dentro con lo de fuera. Al publicar algo,
al compartirlo, me siento como un río que acaba de llegar al mar. Siento que
las palabras brotan de alguna fuente lejana, un manantial escondido en alguna
montaña de pastos verdes. Desde ahí las escucho y voy jugando con ellas,
insertándoles emociones y experiencias, dejándome llevar y a la vez navegando,
fluyendo por cauces internos hasta conectar con el mundo, la vida, el mar. Y
así, siento que soy más que un simple individuo. Creo que todos lo somos. Creo
que formamos parte de algo más grande, la vida nos entrelaza por medio de
raíces, agua, tierra y átomos que danzan por el vacío.
Ya les iré contando más.
De momento, les digo que estoy bien. El corazón late, la
barba crece y los pies andan.
Gracias por estar aquí. Quizás suene extraño, pero siento
que los quiero, más de lo que se puedan imaginar.
Creo que el amor, al menos para mí, es eso, algo que no se
dirige a alguien en concreto, sino más bien una fuerza que te llena, incluso
inunda, algo que te hace sentir la imperiosa necesidad de compartirlo.
Supongo que ese es el verdadero motivo de crear este
texto, compartir el amor que late en mí con el mundo. De hecho, esa es la razón
por la que escribo, y también por la que vivo.
Eres brutal.jodidamente Bueno jugando a todo, também a garabatear arte.
ResponderEliminarTe amo y te admiro
Gracias por regarme com tus imagenes
ME INSPIRA LEER TODO ESTO Y ME ANIMA GRACIAS
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