jueves, 15 de noviembre de 2018

Un mes de vida de Pueblo


Estoy vivo. Despierto casi cada mañana a las 6.30 y el tiempo se evapora hasta llegar las 8. Entonces me dirijo a la escuela de primaria a sumergirme en un mar de abrazos y bullicio.
Llevo ya casi un mes con las clases de inglés.
Sigue habiendo muchas emociones, pero también creo que estoy en proceso de asentarme en mi rutina.
¿Cómo te sientes Arielito?
Agradecido. Vivo. Con ganas de muchas cosas. Me siento abrumado por el cariño que recibo de los niños y también siento bastante presión por no defraudarlos.
Quiero hacer las cosas bien y ayudar en lo que pueda a mejorar la educación en Juluchuca.
Eso es algo fascinante. Siento que aunque todavía esté bastante perdido en muchas cosas y que no tengo ni idea de cómo voy a lograr mis objetivos, también hay una renovada sensación de confianza en mí mismo y en lo que puedo ofrecer.
Juluchuca es un pueblecito de 350 personas en la Costa Grande de Guerrero, México. No hay muchos trabajos ni tampoco sobra el dinero. Antes de que yo llegara, la escuela primaria no tenía profesor de inglés.
Después de un mes de clases, muchos niños todavía no tienen libreta de inglés. Porque, tal vez, una libreta podría considerase un gasto excesivo e innecesario para la familia.
Hay mucho por hacer y por empezar. Y no hay demasiadas barreras legales o burocráticas para ponerte manos a la obra.
Por ejemplo, Juluchuca no tenía un parque o una plaza de reunión para la comunidad. ¿Qué ocurrió? En lugar de pedir ayuda al gobierno y rellenar mil papeles, el pueblo se reunió, aprobó la idea de construir una plaza y los familiares que viven en Estados Unidos empezaron a mandar dinero para poner el proyecto en marcha.
¿Quiénes construyen el parque? Gente del pueblo, para el pueblo. Y por cierto, las personas que están trabajando a pleno sol, lo hacen sin recibir un centavo, tan solo por amor a la comunidad. ¿No es eso inspirador?



Por eso aquí, de algún modo, me siento mucho menos limitado. Aquí me vale un pimiento no haber terminado la universidad o no poder expresarme de manera sofisticada. Aquí a la gente no le importa eso. Tal vez en ninguna parte realmente importe. O quizás para algunos sí que es importante. La verdad es que no lo sé. Puede que la manera en que la gente me percibe no sea lo más importante, sino la propia percepción que tengo de mí mismo. O puede que incluso, lo que de verdad importe sea dejar de tener percepciones de mí mismo y permitirme ser lo que soy, tal como lo soy.
En fin, que aquí camino con confianza, ideas y ganas de aportar. Y siento que puedo hacerlo, porque se me ha concedido la libertad para hacerlo. ¿O yo mismo me he dado esa libertad?
Por cierto, también me gustaría explicar un poco cómo estoy trabajando aquí, si al final me están pagando, quién me estaría pagando y toda esa serie de cosas.
Oficialmente trabajo para Playa Viva, un hotel a 5 kilómetros de Juluchuca. Es un hotel regenerativo, concepto que nunca antes había escuchado. El hotel pretende promover un turismo sostenible, tener un impacto positivo en la comunidad y propiciar oportunidades de trabajo y mejoras en la calidad de vida para sus habitantes.
El hotel cuenta con un huerto ecológico, colabora con un santuario de tortugas marinas y diversas ONGs de la zona. Aparte de eso, Playa Viva tiene como uno de sus objetivos principales estar involucrada de manera constante en fomentar y mejorar la educación de Juluchuca.
Y ahí es donde entro yo en juego. Antes de que yo llegara, creo que Playa Viva nunca había tenido a una persona dedicada a proyectos educativos a largo plazo. Por lo tanto, dado que yo voy a quedarme por lo menos un año y quiero dedicarme a la educación, está claro que era una situación en la que todos podían salir beneficiados.
Yo estaba preparado para no recibir nada de dinero a cambio. Estaba listo para tirar de ahorros y tener una buena lección de desapego material. Sin embargo, la vida consideró oportuno que la situación se desenvolviera de manera un tanto distinta.
Playa Viva estuvo de acuerdo en que yo reciba una remuneración económica para cubrir mis gastos de comida y alojamiento, por lo cual me sentí muy agradecido. Y que no considero casualidad que ocurriera, justo cuando yo, genuinamente, estaba dispuesto a lanzarme al vacío sin esperar nada a cambio.
De hecho, mi percepción del dinero está cambiando radicalmente desde que estoy aquí. Casi toda mi vida he sido muy cuidadoso con mis gastos y he sido muy proclive a intentar guardar todo el dinerito que podía. Me gustaba sentirme como una hormiguita, yendo a trabajar, recogiendo sus billetitos y caminando deprisa a su hormiguero para ponerlos a salvo.
Y todavía pienso que es importante para mí tener ahorros y disponer de fondos para alguna emergencia. Pero también estoy descubriendo la asustante belleza de compartir lo que tienes incluso cuando no te sobra.
Yo, desde luego, no me he visto en la situación de tener tan solo un plato de comida y darle la mitad, o el plato entero a alguien más hambriento que yo. La verdad, siendo honesto, tengo mucho más de lo que podría necesitar y tal vez por eso me está entrando esta picazón de ser más generoso con lo que ya tengo.
Como digo, es algo que todavía no he hecho, pero que tengo muchas ganas de hacer. El simple hecho de estar aquí y ver lo que está ocurriendo con el parque público, me hace dar ganas de compartir y entregar todo lo que soy a este pueblito y al mundo entero.
Y claro que Juluchuca no es perfecto. Y por supuesto que en el pueblo no solo hay gente que hace lo que sea por el bienestar de la comunidad.
En Juluchuca se viven los mismos conflictos humanos que se manifiestan en el resto del mundo.
Hoy mismo, escuché de pasada a varios hombres conversando acerca de la caravana migrante de Honduras y tenían una postura bastante crítica hacia la gente que cruza su país. Se quejaban de que el gobierno los ayudase a ellos, que son extranjeros, que si en México no hay trabajos para todos, que si esa gente solo busca aprovecharse de la situación.
Todo eso escuché en tan solo unos segundos. Una simple conversación entre amigos en un bar, ponía de manifiesto un conflicto de tal magnitud y complejidad.
Siento que, sin importar la situación en la que nos encontremos, la mayoría de nosotros nos enfrentamos a miedos similares, compartiendo por el camino sueños y aspiraciones semejantes.
Quizás pueda decirse que algunos miedos tienen una base más sólida que otros. Podría decir que la gente aquí tiene mejores motivos para tener miedo que yo, dado que muchos de ellos tienen menos seguridad económica. Y al mismo tiempo, podría decir que yo tengo más derecho a estar asustado que una persona con millones de dólares en su cuenta. Pero, la verdad, no creo que funcione así. Y aunque siento que mi miedo no es justificable, no creo que deba imponer dicho criterio a nadie.
No creo que la mejor manera de afrontar el miedo sea condenarlo, sino más bien sentir compasión hacia aquel que está asustado, sin importar si creemos que su temor es justificable o no. 
Sí, estar aquí me ha hecho reflexionar mucho sobre la riqueza y la pobreza, y lo que realmente significa cada una. Y hasta qué punto éstas son realmente dependientes del dinero. Quizás el dinero no importara si no fuera –al menos actualmente –el medio más común para poder disponer de las necesidades básicas. Quizás esa sea la verdadera riqueza, poder tener tus necesidades básicas cubiertas, y a la vez disponer de tiempo y gente con quien compartirlas. A mí eso me suena a riqueza de la buena.
 La vida aquí es muy distinta a la que tenía en España, pero al mismo tiempo es muy parecida. Algunos niños son más morenitos, pero son igual de inquietos, curiosos y nunca se cansan de jugar. La gente compra tortillas en vez de pan, los gallos cantan a todas horas y las calles del pueblo no están pavimentadas. Las familias se juntan en el río y hacen picnics, los adolescentes cuchichean y tejen complicadas historias amorosas. La gente quiere vivir tranquila, poder dar de comer a su familia y tener tiempo para tomarse unas cervecitas de vez en cuando.
En resumen. Estoy vivo. Estoy agradecido. Tengo ganas de seguir andando.



1 comentario:

  1. ERES UNA GRAN PERSONA UN GRAN SER HUMANO TIENES UN CORAZÓN BONDADOSO Y LLENO DE AMOR . TE ADMIRO MUCHO ARIEL,

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