¿Por qué un traje es más elegante que una camiseta? ¿Por qué
hay 30 tiendas de ropa en una misma calle? ¿Por qué algunos se debaten sobre
cuál es el mejor restaurante de la ciudad y a otros les brillan los ojos cuando
ven un mendrugo de pan? ¿Por qué todo tiene un precio? No, en serio, ¿Por qué?
¿Por qué se venden entradas de cine, tickets de lotería, billetes de avión o
lencería? ¿Por qué casi nadie alza la vista al cielo? Y sobre todo, ¡por qué
casi nadie se emociona al ver que es azul! ¿Por qué vivir en una casa más
grande te hará más feliz? ¿Por qué la injusticia es tan solo un tema de
conversación? ¿Por qué casi todos queremos un mundo distinto pero decimos que
es algo imposible de conseguir? Es curioso, porque si de verdad todos
quisiéramos lo mismo, no sería tan
complicado, ¿Verdad? ¿Por qué nadie canta en la calle? ¿Por qué los Spurs
perdieron las finales del año pasado? ¿Por qué no me gusta tender mi cama por
las mañanas? ¿Por qué postergamos todo? Desde lavar los platos hasta nuestros
sueños más profundos. ¿Por qué vivimos como si nuestro cuerpo no tuviera los
días contados? ¿Por qué tenemos que esperar a tener 65 años para tener tiempo
libre y disfrutar de la vida? ¿Por qué la diversión en exceso es mala? ¿Por qué
estudiar ecuaciones de segundo grado es más importante que bailar? ¿Por qué no
se imparten clases de literatura en medio del bosque? ¿Por qué hemos llegado a
creer que la comida viene de los súper mercados y no de la tierra? ¿Por qué la
vida de un perro vale más que la de un cerdo? ¿Por qué necesitamos dinero? ¿Por
qué necesitamos políticos que nos gobiernen, jefes que nos digan lo que debemos
hacer, sacerdotes que perdonen nuestros pecados, banqueros que solucionen
nuestras deudas y maestros espirituales que reconforten nuestro espíritu? ¿Por
qué queremos una alita marcada en nuestras zapatillas? ¿Por qué aprobar un
examen significa aprender? ¿Por qué detestamos estar solos? Y digo en auténtica
soledad, sin la ruidosa compañía de la televisión, la vibración del móvil o las
letras de un libro. ¿Por qué hay que encontrar una media naranja? ¿Por qué la
policía te multa si vas sin camiseta por la calle? ¿Por qué te prohíben la
entrada en una discoteca si no llevas los zapatos adecuados? ¿Por qué tan solo
los ricos pueden disfrutar del teatro, la ópera o asistir a la final de la
Champions League? ¿Por qué necesitas un pasaporte en vigor para recorrer nuestro
planeta? ¿Por qué cercamos con vallas terrenos de tierra a los que llamamos
países? ¿Por qué nos dividimos en blancos y negros? ¿En ricos y pobres? ¿En
calvos y peludos? ¿En asiáticos y americanos? No es una pregunta trampa, ¿Por qué? ¿Por qué
no invitamos a un desconocido a comer a casa? ¿Por qué no hablamos con los
vagabundos? ¿Por qué cuando vamos a un sitio nuevo, generalmente lo único que
hacemos es apretar el gatillo de la cámara sin parar? ¿Por qué a casi todos los
niños les gusta pintar y casi ningún adulto lo hace? Y no es que los dibujos
que hacíamos de niños se pudieran vender por millones, simplemente pintábamos
por placer. ¿Por qué nos quejamos de nuestro estado de forma, pero preferimos tragarnos
un programa de media tarde a salir a correr? ¿Por qué solo los niños pueden
decir lo que piensan? ¿Por qué a medida que crecemos nos privamos de la
espontaneidad, de esas preguntas inocentes, de preguntar por qué el césped es
verde, la nieve blanca o por qué la luna brilla? ¿Por qué tenemos miedo? Todos
tenemos miedo, pero no hablo del natural miedo que experimentaríamos al vernos
rodeados de una manada de leones hambrientos, sino del miedo a ser distintos,
¿Por qué tememos ser diferentes? ¿Por qué tenemos miedo al fracaso, al éxito,
al amor, al rechazo o a la muerte?
Hay todavía tanto que
no entiendo, tantos misterios, tantas dudas… pero tal vez dudar sea el primer
paso, abandonar la rutina, dejar de lado las respuestas prefijadas que hemos aprendido
a través de años de automatización y preguntar: ¿Por qué?
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