jueves, 21 de enero de 2016

Una mañana nueva

Reencuentros y abrazos. Observo la belleza durmiendo bajo una manta blanca. Siento la tristeza de aquellos cuyo corazón está consumido por la ambición. Siento en el alma gratitud por poder escribir un día más, por haber despertado y porque algún día, moriré.
Me siento tranquilo. Hay paz, incluso en el caos, incluso en las miradas que con pena buscan arrancar compasión. Hay ganas de correr y gritar, incluso cuando las piernas ya no se sostienen. Hay vida en ti, en mí y en el mundo, a pesar de las complicaciones, a pesar del egoísmo y el miedo. Lo veo, lo huelo y lo palpo.
He visto atardeceres que explican el sentido de la vida, el sentido total y completo. Tan solo hace falta mirar, escuchar el viento, pararte en seco, dejar de pensar, conectar con eso que no tiene nombre, pero que está latiendo en ti y en todas partes. Hay una esencia infinita en este mundo, hay algo sagrado en esta vida, algo inmenso e inexplicable.
Las respuestas siempre son simples y siempre vienen solas. Hay que abandonar toda búsqueda, dejar todas las guerras, empezando por las que se libran en lo más profundo del corazón. De hecho, es ahí donde todas las batallas empiezan, es ahí donde se da a luz a la corrupción y la violencia, en uno mismo.
Hay que vivir, y no sé cómo más te lo puedo decir. Hay que aprender y descubrir, hay que abrir los ojos y también hay que cerrarlos, porque las cosas más importantes no se aprecian con las retinas.
No hay que buscar cielos o infiernos, no hay que buscar excusas para hacer el bien. No hay que esforzarse por ser bueno, no hay que ganarse la existencia eterna. No hay que preocuparse por vidas pasadas o vidas futuras. Tan solo hay vida, y está aquí y ahora.
Que el dinero no te consuma, que su búsqueda no te corrompa y que el miedo a perderlo no te encadene. No prestes, ni te endeudes. Tan solo da, sin esperar recompensas, y tan solo recibe, sin culpa ni remordimiento.
Hemos venido a este mundo sin ninguna deuda que saldar. Todos, todos nosotros tenemos derecho a dormir y a comer, por el simple hecho de estar vivos. No hay que ganarse la vida. Hay que vivir, y hacerlo de corazón, es lo único que hay que hacer. No tienes que ganarte mi confianza, no tienes que venderte y yo no tengo que comprarte. No somos mercancía joder, no somos objetos inertes, ni un valor numérico. Las relaciones no son negocios, la vida no es un mercado.
Estoy solo y estoy contigo. Tengo alas, pies y escamas. Duermo por las noches y disfruto de los abrazos. Me gusta correr descalzo y observar a través de ventanillas de autobús.
Amo a mi familia, aunque no sea mía. Amo a las flores, cuando florecen y cuando se marchitan.
Tengo manos que bailan con el viento y nada más. No necesito nada más. No hay nada que se pueda poseer, nada es  mío y nada es tuyo. La tierra es de la tierra y cuando nuestros cuerpos se consuman, lo harán sobre ésta.
Te quiero y me quiero, porque es lo mismo. Todo es lo mismo. La separación no existe. No hay vencedores y vencidos, no hay víctimas y culpables, buenos o malos. Incluso la vida y la mueren juegan en harmonía, abrazándose, fundiéndose en el unísono.


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