¿Será que es posible?
¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?
No lo sé, no lo sé y tal vez, dentro de un rato, a dormir.
Todo se ha roto, una vez más.
El porqué, el cómo y el cuándo realmente no importan. La
cuestión es que por más que me esfuerce, no puedo ser lo que era antes.
Qué curioso, ¿Verdad? Esforzarse por ser lo que eras antes.
Eso es lo que he estado haciendo desde hace algún tiempo,
rechazar por completo lo que soy ahora, queriendo volver al estado en el que
antes me encontraba.
Tenía una imagen muy definida acerca de mí mismo.
Al carajo otra vez. ¿Por qué me cuesta tanto tan solo
soltarme y escribir lo que de verdad quiero escribir?
Siempre empiezo con preámbulos, con dudas, con mesura,
calculando y controlando.
Lo que quiero decir es que últimamente he estado hecho una
puta mierda. Bueno, para ser honesto, eso tampoco es cierto.
Ahora me siento culpable por haber escrito dos palabrotas
seguidas. Y pienso en mi mamá, en lo que podría decir ella si lee esto. Ya
imagino su cara, la consternación en su rostro…
Pero eso son más imágenes. Esa es la imagen que tengo de
ella, no ella.
Tenemos una imagen de todo, o al menos yo la tengo y no me
deja vivir. No vemos el mundo por lo que es, siempre hago una interpretación de
éste. Siempre tengo una opinión, un juicio acerca de todo. Y juzgar no me
permite ser libre.
Por otra parte, tengo miedo a que todo acabe, tengo miedo a
soltarme. Tengo miedo a soltar mis apegos, a dejar las cosas fluir por su
propio curso. Quiero llevar las riendas de mi vida.
Sin embargo, la semana pasada estuve dos días en un establo.
Allí pude ver muchos caballitos, y solo puedo decir que esas criaturas son
majestuosas. Sus mandíbulas enormes, sus labios suaves, sus ojos como platos,
envueltos en pestañas interminables. A menudo tengo visiones con esos animales,
visiones en las que me siento uno de ellos, corriendo por alguna pradera,
sintiendo la fuerza de la tierra en mis patas.
No obstante, los caballos que vi en el establo, estaban
encerrados en celdas o en porciones cuadradas de pasto. Quizás estén bien
alimentados y sanos. Tal vez esos caballos lleguen a vivir más tiempo que sus
congéneres salvajes, tal vez esos caballos ni siquiera se cuestionen si son
libres o no. Quizás, incluso la libertad no tenga nada que ver con vivir dentro
de cuatro verjas. A lo mejor la libertad es algo mucho más profundo y puede que
aquellos caballos lo sepan.
Sea como sea, en ese establo vi cuánto daño hace ponerle
riendas a la vida. Esos caballos que para mí simbolizan libertad, quedaban
completamente sometidos a la voluntad del que los monta.
Y siento que eso mismo estaba queriendo hacer con mi vida.
Tal vez en esencia yo sea el caballo, mientras que el ego tan solo sea el
jinete, ese ser que tan solo pretende controlar, dominar y poseer; y que encima
tiene la desfachatez de creer que lo que hace es algo bueno.
¿Por qué solo entendemos la vida como una lucha contra esta?
¿Por qué queremos dominarla? ¿Imponernos sobre ella?
Y sí, me asusta vivir sin control. Me da miedo amarte y no
tenerte. Pero más me asusta que tú si puedas hacerlo, porque entonces yo me
siento obligado a hacer lo mismo.
Pero, ¿Sabes qué?
A lo que en realidad tenía más miedo de todo, era al simple
hecho de reconocerlo. Tenía miedo a escribir lo que estoy escribiendo, sin
filtros, sin pensar si es bonito o feo, correcto o incorrecto.
Y no, no tengo respuestas. Una vez más, no tengo ni idea de
quién soy.
Ahora me doy cuenta de que las preguntas trascendentales de
la vida solo son importantes como preguntas, no como una búsqueda de
respuestas. Porque no hay respuestas. Tan solo hay preguntas y atención. Cuando
pones toda tu atención a la pregunta, la pregunta misma abre un sendero de luz.
Y no hace falta responder, porque en la pregunta está contenida la respuesta,
una respuesta que no necesita ser manifestada, porque no forma parte del mundo
de lo manifiesto; pero sin embargo lo crea.
Hay un lugar del que surge todo, un lugar que no se
encuentra en ningún sitio. Hay algo profundo en esta vida, algo mágico que late
como una melodía. Hay un corazón que palpita y que se para, a cada instante,
con cada vida y cada muerte.
No tengo explicaciones. No sé por qué escribo o de dónde
surgen las palabras. Pero disfruto hacerlo.
No sé qué pasará con el mundo, con la humanidad o conmigo
mismo.
¿Para qué estoy aquí?
No hay otro sitio en donde estar, nunca lo hubo. Hace poco
leí en un sitio que en realidad la elección no existe, que nunca ha existido y
nunca lo hará. Al principio me impactó, me parecía muy crudo, pero ahora lo veo
de manera diferente. Lo que hacemos es lo único que podemos hacer, todas esas
alternativas que creemos habernos perdido, todos esos caminos que podríamos
haber tomado, todas las posibilidades que podían haber surgido de ellos, todo
eso, es tan solo un movimiento mental, no existe. La realidad es que los “Y si”
y los “Si hubiera”, junto con los “Si hiciera” no existen.
Tan solo es una pérdida de energía contemplar los mundos
alternativos creados con decisiones que no tomamos o que no estamos tomando.
Pero algo dentro de mí me dice que no entiendo lo que acabo
de decir, y esta vez no lo entiendo a ningún nivel. Y tengo ganas de borrar lo
escrito, porque me da vergüenza mostrar que hay contradicción en mí. Pero, ¿Y
qué?
Una vez más, miedo. Miedo a que me juzguen, miedo a que la
imagen que tengo de mí mismo se vea alterada. Y puede que todos tengan una
imagen de mí, eso no lo puedo controlar.
Mañana juegan los Cavs y LeBron. Tengo muchas ganas de
verlos.
Hay libertad cuando no hay riendas. La vida no va en una
dirección en concreto, va en todas a la vez y a ninguna en concreto.
Hay que perderse, perderse del todo, sin miedo a no poder
encontrarte.
los caballos que vi en el establo, estaban encerrados en celdas o en porciones cuadradas de pasto. Quizás estén bien alimentados y sanos. Tal vez esos caballos lleguen a vivir más tiempo que sus congéneres salvajes, tal vez esos caballos ni siquiera se cuestionen si son libres o no. Quizás, incluso la libertad no tenga nada que ver con vivir dentro de cuatro verjas. A lo mejor la libertad es algo mucho más profundo y puede que aquellos caballos lo sepan.
ResponderEliminarSea como sea, en ese establo vi cuánto daño hace ponerle riendas a la vida. Esos caballos que para mí simbolizan libertad, quedaban completamente sometidos a la voluntad del que los monta.
Y siento que eso mismo estaba queriendo hacer con mi vida. Tal vez en esencia yo sea el caballo, mientras que el ego tan solo sea el jinete, ese ser que tan solo pretende controlar, dominar y poseer; y que encima tiene la desfachatez de creer que lo que hace es algo bueno. cierto¡ gracias.