Volver a Bolivia. Poco más que un año después, ¿Quién me lo
iba a decir?
Hace un año y dos días me estaba subiendo a un bus para
emprender un viaje de 18 horas desde el trópico al altiplano. Al entrar a ese
bus decía adiós a la ciudad en la que nací y crecí. Sentía dolor en el corazón,
pero también alegría, esa alegría que permanece incluso cuando todo ya ha
acabado, esa sensación de haber vaciado tu alma y corazón, sin haberte
reservado nada, ese sentimiento curioso, en el que la vida hace las paces con
la muerte.
Y hoy estoy en Valencia, al costado derecho de la Península
Ibérica, viviendo en la tierra en la que pasé mi adolescencia. Cuando dejé este
lugar, nunca pensé que volvería a vivir aquí.
Y aquí estoy, en un quinto piso sin ascensor, escribiendo
con mis pies sobre una mesa de cristal, bebiendo agua con cal y escuchando el
murmullo de la avenida del Puerto.
Tanto ha pasado en un año, y a la vez tan poco… Siento que
cada vez me es más difícil recordar, y al mismo tiempo, de cuando en cuando, me
vienen intensas ráfagas de todo lo vivido. Me vienen imágenes, olores y sonidos
que transportan a tiempos pasados y que fantasean con otros aún por llegar.
Hoy, por ejemplo, escuché dentro de mí las voces de Jeff y
Bryan, unos amigos de Austin, a los que nunca olvidaré.
Hay tantos rostros impresos en mi corteza cerebral, tantas
sonrisas y miradas, gestos serios y ceños fruncidos, mejillas radiantes y
frentes pálidas, narices con pecas y párpados con arrugas, todos ellos
conformando la cara de la humanidad.
Siento que he visto tanto y que la gente aún me llama joven.
¡Qué afortunado me siento de estar vivo! De poder respirar y escuchar zumbidos
de abejas.
En ocasiones he sentido que no merezco esta vida, que no me
la he ganado, que no he sufrido para llegar hasta aquí. Pero, ¿A dónde he
llegado?
A ningún lado. Mi gratitud más profunda no viene de las
cosas que he conseguido, del lugar en el que me encuentro o de posibles hazañas
de las que podría presumir. Mi gratitud más profunda viene hacia la vida. La
vida me fascina. Por eso escribo en este blog llamado “Nací para Vivir”, porque
haga lo que haga, ese título contiene mi esencia, o mejor dicho, la esencia que
la vida quiere expresar en mí.
Siento tanta gratitud hacia tanto que ni siquiera valdría la
pena mencionarte, pero si estás leyendo esto, te aseguro que te doy las
gracias. En serio, si estás leyendo esto, gracias de corazón por darte tiempo
para recorrer estas páginas y conocer un poco acerca de lo que siento. Muchas
gracias y ten por seguro que si algún día te veo, seguramente te abrace, y
fuerte.
Pero bueno, volviendo al principio, voy a ir a Bolivia una
vez más, esta vez con fecha de vuelta, pero, ¿Qué es volver y qué es ir?
Y es curiosa la sensación que tengo. Quiero compartir mi
alegría con todo el mundo, quiero gritarle a la luna y susurrarle a los pastos
que voy, que he comprado los vuelos, que estoy emocionado por lo que me espera
el 4 de julio, que este año no será en Minnesota, viendo arder una fogata
gigante ni durmiendo en una tienda. Quiero contar que voy a Bolivia, pero al
mismo tiempo no quiero faltarle el respeto a este momento, a este precioso
momento de madrugada, en el que los ojos se empiezan a cansar y las piernas a
adormecer.
Una vez más, de la nada, surge la pregunta, ¿Cuál es el
sentido de todo esto?
Y una vez más, me rio, porque la vida pierde su sentido en
el momento en el que intentas buscárselo. ¿Verdad Carlitos?
Hoy me siento inspirado para dar otro consejo, que sería
este:
No des por sentado este instante, no dejes de dar un beso,
decir te quiero o dar las gracias porque piensas que ya habrá más momentos para
hacerlo. No te pierdas la oportunidad de hacer un gesto de cariño a un
desconocido, y por desconocido me refiero a todo el mundo, incluso a ti mismo.
Este instante es tan precioso, y como todo lo auténticamente bello, es frágil y
vulnerable. Este momento se va y no vuelve, pero por favor, que estas palabras
no siembren miedo, que no hay por qué tenerlo, porque cada momento es único y
en cada instante hay una nueva oportunidad. No hay por qué tener prisa, que no
vamos a ninguna parte. Seamos como el río, que fluye por donde puede, y que con
certeza sabe que llegará al océano, aunque desconoce cómo o cuando lo hará, él
tan solo sabe porque ya está ahí, porque el río es el manantial que nace y es
el mar al que desemboca. Por eso, cuando nos sentimos que estamos en esa parte
seca del río, esa cuyas orillas se agrietan y el agua fluye en un hilo, podemos
recordar que somos el río entero y que de algún modo, llegaremos al océano. Y
aun así, el objetivo no es llegar, sino disfrutar del camino y aprender de lo
que éste nos va deparando.
Que voy a Bolivia en Julio, pero que ahora estoy aquí y aquí
voy a estar hasta que ya no esté.
Este instante es tan precioso, y como todo lo auténticamente bello, es frágil y vulnerable.
ResponderEliminarSeamos como el río, que fluye por donde puede, y que con certeza sabe que llegará al océano, aunque desconoce cómo o cuando lo hará, él tan solo sabe porque ya está ahí,
Al saber tu vuelta a Bolivia, mi vino el capricio de encontrarte alli. Busque el avion. El precio no es imposible. El prospecto de verte en tu tierra natal me excita. Pero no se aun a donde la vida me va a llevar. Pero sembro en mi mente esa esperanza de unirte en Bolivia. Espero que sea realizable. Queiro tambien saber hasta cuando tu te quedas en Bolivia. Cuidate. Guille.
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