viernes, 8 de diciembre de 2017

Este Momento

Aquí llueve y se forman charquitos en las aceras, el aire se pone denso y las luces de las farolas se tornan opacas. Las ventanas se empañan, se llenan de gotas, pero la casa se mantiene caliente, sin necesidad de calefacción. Las plantas celebran y la tierra traga el agua con ansias.
He lavado platos y tirado basura orgánica y envases. He levantado pesas y por primera vez desde el domingo me duché con agua fría.
He estado enfermo, con mocos, flemas, ojos llorosos y el cuerpo un tanto apaleado. Pero hoy, hoy estoy aquí, escribiendo, respirando sin demasiadas dificultades.
Ayer le dije a la Wallita que estoy escribiendo menos, en parte porque tengo menos tiempo, pero principalmente porque tengo menos confianza en expresar todo lo que llevo dentro. Me he vuelto más crítico conmigo mismo, tal vez, no lo sé.
No sé cuál es el motivo, pero el hecho es que este año he escrito menos que los anteriores. A veces creo que escribo menos porque en mi vida ya no hay tantas aventuras, ni tantos viajes. Ahora mi vida tiene horarios, nóminas a final de mes y tarjetas de débito.
Uno de mis mayores miedos es dejar de ser yo mismo. Y en ocasiones me pregunto si los pasos que estoy dando me están alejando de lo que soy.
Todavía siento rechazo a la palabra “trabajo” y todavía me resisto a decir a la gente que “trabajo”. No sé qué tienen algunas palabras que se atragantan en mi boca. Me pasa lo mismo con “política” o “disciplina”. Pero al fin y al cabo, son tan solo palabras, sonidos estructurados cuyo significado es subjetivo, ¿O no?
Cada vez que tengo dudas intento mirar al pasado, como si el pasado fuera un libro del que obtener conocimientos. Pero al menos yo, nunca saco nada de lo que ya pasó. Principalmente porque no sé lo que pasó. Además, tengo una tendencia a idealizar los recuerdos y etapas anteriores, y creo que eso pasa a bastantes personas. A veces incluso tengo la sensación de que los viejos tiempos siempre fueron mejores a los actuales. Es como si para que este momento sea bueno, hay que esperar a que pase, a que madure y entonces se convierte en algo valioso, envuelto con broche de nostalgia.
Además, esa sensación de no saber quién soy, se ve alimentada aquí en Lugo, porque básicamente no conozco a nadie en este lugar. No hay nadie, a excepción de Colleen, que me recuerde lo que supuestamente soy.
Tampoco sé por qué me obsesiono con saber quién soy. Y mi tendencia nostálgica me invita a creer que en el pasado no tenía tantas dudas ni preguntas a cerca de mí mismo. En los viejos tiempos yo tenía certeza y andaba a paso firme, ¿O no?
Pero todo eso no importa. No importan las preguntas, las dudas o las respuestas. Todo lo que importa es este momento. Todo ocurre en este momento. En realidad da igual lo que hice ayer o lo que fui hace un año, en este momento estoy aquí, viviendo esta experiencia, escribiendo este texto. Pero el problema es que no quiero aceptar eso del todo, porque ser este momento da miedo, porque este momento, en el fondo, está vacío. El pasado está escrito y en el futuro se trazan planes, ideas, sueños e inseguridades. Sin embargo, el presente está vacío, dispuesto a escribirse y llenarse, pero al final, sin que uno se dé cuenta, está vacío de nuevo. Por eso lo de vivir el presente parece una paradoja, y en ocasiones he llegado a creer que hay un instante detrás de otro, sucediéndose muy rápido y que si estaba lo suficientemente alerta, iba a poder saber en qué momento el presente se convertía en pasado. Pero eso no es lo que ocurre. Nunca hay pasado. El presente es siempre presente. Siempre es este momento, pero al mismo tiempo este momento es siempre nuevo, porque sigue estando vacío.
Mientras estaba escribiendo esto, me puse a leer antiguos textos, y me di cuenta de que antes también tenía cuestiones existenciales, pero me las tomaba con más calma, o al menos esa fue la interpretación que saqué hoy. Ahora, es como que ya he pasado por mi período de aprendizaje, ya he cuestionado y dudado todo lo permitido, y que lo que viene después es la aplicación de los conocimientos. Pero, si como he dicho antes, solo existe el presente, no hay nada que venga después, ni tampoco hay un pasado desde el que aplicar conocimientos.
Pero sí que hay un pasado, ¿Verdad? Un ayer que en un momento dado fue hoy. ¿O es esa una historia que me cuento para que todo tenga coherencia?
Muchas de estas preguntas son complejas y enrevesadas. Y la mayor parte de ellas no lleva a ningún sitio. Pero tal vez sea ahí a donde hay que ir, a ningún sitio. Quizás esa sea la respuesta, la nada que se respira en el presente, cuando el silencio exhala y los sonidos de la vida cantan.
Tan solo existe este momento, y aun así, siento la necesidad de decir que hay todo el tiempo del mundo, o quizás, que no hay tiempo en absoluto.
Puede que la vida no sea el viaje de un río hacia el mar. Puede que el río ya sea el mar y que todo lo que ocurre está pasando ahora.
Eso significaría que este momento es algo sagrado. Este momento es la misma eternidad, con los brazos abiertos, vacía, invitándome a experimentarla. Y aquí estoy yo, con ganas de terminar esto y ponerme a hacer otra cosa para que se me quite la sensación de vértigo.
Tengo un poco de hambre, o más bien antojo, de pan con mantequilla y mermelada. Pero en mi defensa puedo decir que es muy buen pan y muy buena mermelada, todo local y orgánico y esas cosas.
Pero al mismo tiempo, ¿Cómo puede ser más importante comer pan con mantequilla y mermelada que descubrir la inmensidad de este momento? Y, si solo existe este momento, ¿Por qué pensar en lo que vendrá después?

No lo sé. Ahora siento presión por decir algo coherente que afiance mis teorías previas. Pero la verdad es que no hay necesidad de ello. No hay nada que demostrar. No hay motivo para escribir, ni para vivir. Pero aun así escribo. Aun así vivo. Y aun así me voy a comer ese pancito con mantequilla y mermelada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario