martes, 19 de diciembre de 2017

Sin motivo alguno

Me he pasado mucho tiempo buscando motivos. Motivos para empezar, para seguir y andar. Razones buenas y nobles. Propósitos firmes, inflados de honor y sabiduría.
Pero al final, de un modo u otro, todos los motivos, razones y propósitos se han derrumbado por el camino.
Una vez escuché que la motivación más grande viene del porqué haces las cosas.
Yo me he dado muchos “porqués”. Pero ninguno ha sido tan fuerte como para mantener la llama de la motivación encendida.
Hoy mismo, antes de empezar este texto, tenía ganas de escribir, pero no tenía un motivo, un “por qué”, así que estuve a punto de no escribir.
Aun así, aquí estoy, no sabiendo muy bien cómo seguir, ni cómo terminar.
No tengo motivos para escribir, ni tampoco para vivir. Aun así escribo, y aun así vivo.
Hoy tengo ganas de decirnos que no importa el “Por qué”. No nos entretengamos buscándole la quinta pata al gato.
Relajémonos, eso, suéltate. Sacúdete, como oso polar después de zambullirte entre glaciares. Suelta lo que tengas guardado, deja que salga, que se evapore, diluya y pierda.
No te agarres a lo que eras ni a lo que serás. No intentes agarrar ni siquiera este momento. Suelta incluso lo que te gusta de ti. Suelta lo que rechazas y lo que temes perder. Suéltalo todo y disfruta de la ligereza de la desnudez.
Y así, camino, observo y me distraigo. Mis pasos van de prisa, buscando un sitio al que llegar, hasta que entra el miedo a que el camino se vaya a terminar. Entonces me detengo, pero en la quietud tampoco me siento cómodo. El tiempo pasa, los relojes se mueven, el pelo se cae y las uñas crecen. Todo cambia, las flores se marchitan, el pasto amarillea, pero en el momento oportuno, todo rebrota, crece y se expande, tan solo para volver a oxidarse y derrumbarse. Parece que el mundo nace y muere al mismo tiempo. Da la impresión de que la vida lucha eternamente con la muerte, siempre llevando las de perder, ya que al fin y al cabo, todos vamos a morir. Pero la primavera vuelve y las hojas nacen otra vez. Entonces, ¿Cuál es el miedo a perecer?
Hay magia en el momento. En cada momento. Pero también hay dudas, apatía y ganas de que las cosas pasen rápido. La pasión y la desgana comparten lecho. La hipocresía se refugia en la sinceridad. El egoísmo se viste generoso y las respuestas no hacen más que preguntar. Es fácil encontrar opuestos y ponerlos a bailar. Pero, ¿Habrá algo que no se pueda contrarrestar?
Ese algo parece esconderse, pero al mismo tiempo, con el suficiente olfato, se puede palpar, oír, pero nunca ver.  Y así, llega la hora de preguntar: ¿Por qué?
En realidad, no hay hora, no hay relojes, ni horario que obedecer. Aun así, mañana tengo clases a las 9.30 y supongo que pondré el despertador para las 8.43. A eso yo le llamo madrugar, en especial aquí en Lugo, donde la niebla cubre al sol hasta casi mediodía.
No sé muy bien qué he escrito, pero ya lo dije, estas palabras no tienen un motivo concreto. Estas palabras son como yo, están aquí, pero no saben por qué. Aun así disfruto dejando que los dedos las compongan, y siento que las palabras también disfrutan expresándose, formándose, uniéndose, separándose por comas y puntos.
El motivo a veces no importa. Y cuando me olvido del motivo, me siento ligero, que no hay prisa ni presiones. Cuando no hay motivo, tan solo estás aquí, sin más.
Y uno de mis miedos es que si no tengo un motivo fuerte para vivir, entonces no voy a ser capaz de vivir. Y también, está la contrapartida, de querer hacer de la frase “no te preocupes por el motivo” tu motivo, ¿Me dejo entender?
Hace poco escuché que es importante que estemos abiertos a lo imposible, ya que tal vez, acabemos sorprendidos de todo lo que puede llegar a ser posible, si es que estamos abiertos a que suceda.
Esa idea me hizo dar cuenta de cuán cerrada tenía la mente. Y quizás la mente en sí sea cerrada. O no cerrada, pero sí más bien limitada. En la mente están todos los motivos, razones y propósitos. Es la mente la que pregunta constantemente “por qué”. Pero la mente no puede ir más allá de ese mundo razonable y lógico.
Y, sinceramente, siento que no puedo expresar la vida, ni vivirla, si tengo que limitarme a ser razonable y lógico. No sé, no puedo evitarlo. Aunque me sienta ingenuo y bobo, aquello de “estar abierto a lo imposible” realmente resuena conmigo.
No sé si es fe, instinto, u otra cosa, pero siento que todo es posible, aunque las evidencias lógicas y razonables de la mente me digan lo contrario. Siento que el mundo puede cambiar, que la vida puede ir más allá de una lucha por la supervivencia, compitiendo de manera constante entre todos. Y ya no hablando del mundo, también siento que un día podré colgarme de un aro de básquet y soltar un rugido de euforia. Siento que en algún momento podré cantar sin desafinar. Siento que vivir sin preocuparte por el dinero es posible. Y también siento posible trabajar como regalo a la vida, sin esperar nada a cambio, ni ser explotado por lo que haces. Siento que hay tiempo para abrazar a todos los que quiero abrazar, porque en realidad no hay tiempo, tan solo este momento eterno en el que todo está ocurriendo, borrándose y pintándose, para volverse a borrar.
Eso es lo que siento, pero no tengo motivos para reforzar ese sentimiento.
He buscado evidencias que reafirmen lo que siento, y las he encontrado. De hecho, creo que lo que siento es algo que muchos de nosotros experimentamos. No soy único ni especial en absoluto. Hay personitas que están expresando lo mismo que yo escribo, pero aun así, eso no basta. Aun así, todavía siento que no tengo pruebas para demostrar lo que siento.
Tal vez no haga falta encontrarlas. Quizás, lo importante simplemente sea dejar que ese sentir aflore.
Hay una frase de J.F. Kennedy bastante famosa, esa que dice: “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”.
Pues el otro día escuché algo similar, solo que completamente distinto, que decía así: “No preguntes al mundo que puedes hacer por él, tan solo sal ahí fuera y vive”.
Así pues, ¿Qué tal si respiramos hondo, nos olvidamos de los motivos y salimos a vivir?



 No sé por qué, creo que esta foto describe lo que quiero expresar. Mis shorts están a punto de caerse, y la fuerza de la cascada me va a terminar desnudando. Soy consciente de esto y por eso sonrío.

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