El mes empezó con visitas de amigos, callos que se desgarran
y arepas con aguacate.
La gente llegó y abril se fue.
Me enteré de que mis pasos se dirigirán un poco más al
oeste.
Sentí nostalgia por Lugo, por este apartamento y por la
alfombra en medio de la sala.
La primera reacción al cambio es casi siempre la
resistencia. Pero, cuando lo acepté, me sentí liberado. De repente, me sentí
libre, con puertas abiertas y pasos ligeros.
Pero el miedo volvió. Porque toca buscar otra actividad que
resulte en dinero. Y ahora resulta que no sé si quiero seguir siendo profesor
de inglés. Y no sé qué otra cosa hacer. Sobre todo si quiero que me paguen por
hacer dicha cosa.
A veces, me olvido del futuro y huelo rosas que brotan en
las aceras. Respiro y observo gotas de agua entre pétalos. Sonrío y me siento
nube que atraviesa cielos, despacio, cambiando de forma.
Pero el futuro vuelve con sus preguntas y yo tiendo a
esquivarlo. Y por evitarlo, me persigue.
Este mes fui al cine solo, vi películas hindúes y
documentales de educación. Me lancé al río, pisé nieve en primavera y una
vez más, volví a cocinar para dos.
Ha sido un periodo de adaptación, volver a vivir en pareja.
Integrar lo aprendido en solitario a la relación con la otra persona.
Este mes me sentí perdido, como siempre. Siempre hay
momentos así y siempre creo que no volverán. Me siento perdido cada vez que
busco respuestas y tan solo me encuentro en paz cuando dejo de ofuscarme en
soluciones.
Entonces miro caracoles que salen con la lluvia y se deslizan
babosos por los arbustos. Y al verlos me relajo y todo lo demás deja de
existir. ¡Qué fascinantes criaturas! Con sus antenas y cuerpos blanditos.
Siento que la vida transcurre entre complicada y sencilla, entre
rutinaria e impredecible.
A veces me gustaría sentir más control sobre el camino que
recorro. A veces siento cosas que no sé cómo expresar. A veces me avergüenzo de
lo que pienso y entierro sentimientos entre pliegues de cerebro.
Pero este mes vi semillas de roble brotar. ¿No es increíble?
Un roble brota de una bellota. Ésta se abre y busca tierra
en la que asentarse.
Los robles crecen a las faldas de su madre, cobijados en
hojas de otoño. Los robles crecen despacio y la mayoría no llegará a ser árbol.
Pero no se puede saber cuáles vivirán y cuáles no.
Pero ahí están, con sus hojitas curvadas, aguardando el
momento oportuno. E incluso los que perecen, entregarán valiosos nutrientes a
los que siguen creciendo.
Vivir y morir. Aferrarse a la vida, luchar por sobrevivir.
Eso es adaptativo, evolutivo, al menos eso dicen. Pero a veces me pregunto qué
pasaría si dejara de luchar. ¿Moriría?
Tal vez. ¿Y qué pasaría entonces?
No lo sé. Pero en ocasiones me alivia pensar que vamos a
morir. Que todos vamos a morir.
Tengo una relación curiosa con la muerte. A veces la observo
con curiosidad, otras con reserva y en ocasiones con temor. A veces la aparto
de mi vista y pretendo que no está ahí, en cada exhalación.
Pienso mucho. Pienso mucho y a veces doy vueltas entre
pensamientos.
Mayo se fue rápido. Entre visitas, reencuentros, dos
resfriados y clases de inglés.
No sé por qué escribo, ni por qué lo comparto. Pero siento
que escribir me hace bien y que es muy importante para mí.
En un mes cruzaré el Atlántico, una vez más. Pero todavía
no.
Hoy estoy aquí y escribo para recordar.
¿Qué cosa hay que recordar?
Nada. Todo. ¿Por qué siempre suelto tantas paradojas?
Tal vez, lo que tengo que recordar es que no tengo que
avergonzarme por ser contradictorio. Que tal vez la contradicción solo sea
cambio y evolución. Tal vez sientes que te contradices porque en un momento
dices negro y al siguiente blanco. Pero tal vez solo estés cambiando y
descubriendo.
Tal vez, todo lo que tenías que recordar ya lo has escrito.
Descansa Arielito, descansa que Mayo se va. Descansa y no
tengas miedo a creer. No fuerces a los sueños a abrir los ojos, pero tampoco te
fuerces a vivir de sueños.
Deja que la intuición te guíe. Recuerda y luego olvida, deja
que lo aprendido se vaya.
Recuerda que el mundo es nuevo en este instante. Recuerda
que acabas de nacer y que solo algo vacío se puede llenar. Recuerda que beber es
tan importante como orinar.
P.D.: Una vez me dijeron que no se podía beber agua y orinar
al mismo tiempo. Pero este mes, por primera vez en mi vida lo hice, y fue
tremendo. ¿Para qué digo esto?
Para no morir con curiosidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario