Hay
personas con las que desde la primera mirada sientes una conexión inmediata,
como si de algún modo, hubieras estado destinado a conocerla.
La
primera vez que la vi, ella cargaba una mochila el doble de grande que ella,
iba encorvada por el peso y su rostro reflejaba el cansancio de un día entero
de viaje. Pero aun así, sonreía, con la sencillez de un cachorro. Y a pesar de
la aparatosa carga en su espalda, me dio un gran abrazo, de esos que te
reconfortan el alma. Si hay algo que he aprendido en la vida es que las mejores
personas que hay en este mundo, dan abrazos de verdad.
Desde
ese instante, ya me caía bien. Más que una desconocida, me parecía una vieja
amiga, con la que ya había compartido más de mil anécdotas. Quizás fuera por la
alegría que destilaban sus ojos de miel, tal vez fue la combinación de su nariz
quemada por el sol africano y sus pintas despreocupadas, que le conferían un
aspecto aventurero, no lo sé.
En
teoría tan solo iba a estar en la ciudad tres días, pero al final, en un
acuerdo que nunca llegó a verbalizarse, logramos que la cifra inicial se
extendiera a cinco. Ambos necesitábamos esas 48 horas extra.
Hace un
par de semanas, yo me encontraba un tanto paralizado. No estaba diagnosticado
con depresión, ni tampoco me pasaba las tardes en soledad engullendo botes de
helado de chocolate. Mis sueños empezaba a cobrar forma y el futuro inmediato
parecía divisarse entre la neblina. Pero aun así, me faltaba algo.
Sé que
tu motivación no puede depender de las circunstancias o las personas que te
rodean, que tienes que ser capaz de mantener tus convicciones incluso en los
días grises, cuando la lluvia arrastra tus energías y te cala los huesos. Sé
que nadie puede darte la clave que descifre la caja fuerte de tus sueños. Al final,
cada uno recorre su propio sendero, y debe hacerlo a su manera.
Pero, ¿Sabes
qué? Hay veces que necesitas un soplo de aire fresco, un puñado de inspiración,
una mirada que escuche a tus ojos y una voz
que cuente historias a tu espíritu.
Quién
me iba a decir que aquello que quería, vendría en el envoltorio de una gringa
con una falda hippie, sandalias de lesbiana y que parlotea español con acento
mejicano.
En el
tiempo que pasamos juntos, me empapé de tu vitalidad. Redescubrí la ciudad y
bajo el primer aguacero de otoño, nos internamos en los rincones de la capital.
Conocimos gente de todo tipo en aquella oscura plaza; desde inmigrantes
trabajadores, pasando por bohemios nocturnos y guitarristas callejeros, e
incluso un curioso asesino. Todos con algo que contar, llenos de experiencias
dispares, que seguramente jamás volveremos a escuchar. También hicimos nuevas
amistades, casi todas provenientes, de un modo u otro, de ese imán para las
personas extraordinarias llamado couchsurfing.
Disfruté
las tardes de chilling, el monstruoso sándwich de avocato, la recolección de
moras y la densa conversación con aquel monje holandés. Siempre guardaré
conmigo todas nuestras conversaciones, tan variadas como las estrellas; de las
que sin duda alguna extraje valiosas lecciones, tanto para la mente como para
lo más profundo de mis entrañas.
Una vez
me dijiste que la vida consiste en causar un impacto positivo en la existencia
de los demás. No importa cómo, lo importante es ayudar, compartir y facilitar. A
veces puede ser algo insignificante lo que le cambie la vida a una persona, por
eso, es importante aprovechar cualquier oportunidad para hacer algo bueno, ¿Verdad?
Sé que
no te hace falta que te recuerden lo chida que eres, pero aun así, ese es el
motivo por el cuál escribo esto, solo por si acaso. Por si en algún momento
dudas de ti misma, por si te invade el temor y las expectativas de nuestra
ajetreada sociedad amenazan con apagar lo que te late por dentro.
Si esto te pasa alguna vez, no te olvides de
tu valentía, porque eres una leona de la sabana, incluso ya tienes una frondosa
melena anaranjada. Requiere coraje lanzarte al mundo en soledad, persiguiendo
lo que quieres, mezclándote entre seres humanos de todo el planeta, aprendiendo
de ellos, expandiendo tus conocimientos y rompiendo de raíz los prejuicios
culturales.
Sin embargo,
no sólo eres valiente, también derrochas entusiasmo en cada uno de tus gestos,
tienes facilidad para reírte de ti misma y has aprendido a dejar de lado el
miedo al ridículo. Combinas inteligencia con humildad, y te las apañas para
mostrarte educada a la par que informal. En conclusión, eres un auténtico
camaleón, adaptándote sin dificultad a cualquier situación. Supongo que por eso,
no te importó pasarte dos meses haciendo el “ice bucket challenge” como único
medio para ducharte en Ghana. No exiges apenas nada y en tus labios siempre se
dibuja una sonrisa, a excepción de cuando te lanzas a un río de agua helada y
se tornan de un color morado que roza la hipotermia.
Pero
por encima de todo, eres una persona buena, una de esas que deja huella en el
alma. Te preocupas de los demás, te gusta compartir lo que tienes y se nota que
disfrutas haciendo sentir bien a los que te rodean. Estás llena de pequeños
detalles, gestos que te reconfortan el interior, como aquel cafelito preparado
con amor que nos tomamos. Tú eres igualita a ese café, una explosión de sabor
para todos los que te conocen.
Puede
que todavía te queden muchas incógnitas por resolver, que aún estés descubriéndote
a ti misma. Tal vez la vida en sí misma sea un proceso de descubrimiento
constante, ya que todo sería mucho más aburrido si ya tuviéramos todas las
respuestas.
De lo
que estoy seguro, es que conseguirás lo que sea que te propongas, sin importar
la magnitud o altitud de tus sueños, sé que lo harás. De hecho, ya lo haces, ya
estás influyendo en vidas ajenas, como la mía. Porque en el mundo ya hay
suficiente oscuridad, ya hay bastantes personas que te dicen que soñar está
prohibido, que te incitan a conformarte con un trabajo de oficina, ya hay demasiadas voces que te recuerdan
constantemente los límites entre lo que es posible y lo que no.
Por
eso, hoy más que nunca la gente necesita almas como la tuya, que irradien
color, que contagien juventud, que inspiren locura y que te sacudan del
conformismo. Esa eres tú, una gringa extraordinaria, una socióloga talentosa y
sobre todo, una amiga auténtica. Y al que te diga lo contrario, ya me encargaré yo de decirle:
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