miércoles, 8 de octubre de 2014

Las reglas del Juego


"Al final del juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja"



Desde que naces, ocupas una posición determinada en el tablero. No puedes elegir la casilla de la que partes, pero puedes lograr situarte en una mejor, dependiendo de tu ingenio y habilidades (al menos en teoría).
Al empezar la partida, todos los jugadores reciben una determinada cantidad de fichas, que varía enormemente según la posición que ocupen. Si esta repartición predeterminada te parece injusta, te jodes y sigues jugando, porque nadie puede abandonar el juego.
Las fichas se denominan bienes materiales, pueden ser de muy diversa índole y adquirirse de innumerables maneras. Sin embargo, el método más común para obtenerlas –al menos para los jugadores estándar –consiste en dedicar un tercio de cada día a la consecución de éstas, cumpliendo con alguna de las muchas labores que los creadores del juego te ofrecen.
Para poder elegir qué labor desempeñar, el juego cuenta con un excelente sistema de formación, el cuál empieza a una muy temprana edad, que se prolonga hasta los primeros estadios de la edad adulta. En todo ese período, los jugadores tienen tiempo de amoldarse a las reglas de la partida, acatar su funcionamiento y denunciar a todo aquel que pretenda quebrantarlo.
Este es uno de los aspectos fundamentales del juego, ya que a través del sistema de formación, los creadores no necesitan intervenir en la partida para controlarla, ya que son los propios jugadores los que la regulan. En otras palabras, cada individuo ya tiene interiorizada la estructura del juego, sabe lo que tiene que hacer y lo que tiene que evitar, conoce su rol en la sociedad y tiene claros los objetivos que ésta le propone. De esta manera, cuando alguien pretende alejarse de lo establecido, su principal obstáculo yacerá bajo su propia piel, en forma de conocimientos, prejuicios y temores, que desde su infancia ha almacenado; haciéndole incapaz de visualizar una realidad alejada de las reglas del juego (porque seguimos hablando de un juego).
La partida únicamente se gana –y se termina –cuando alcanzas la felicidad. El juego asegura que ésta se consigue cuando logras situarte en una posición de prestigio en el tablero y posees una gran cantidad de fichas (bienes materiales). Para que todos los jugadores estén motivados a perseguir estas metas, se pone a su disposición todo tipo de entretenimiento, con el que se les sugiere que ocupen su tiempo libre, y mediante el cual, de manera sutil (y no tan sutil) se los incita a consumir más productos y adquirir más fichas.
Por su puesto, hay algunos jugadores que se sienten incómodos a la hora de aceptar que su felicidad depende de aspectos tan superficiales; por eso, los creadores han propuesto otras modalidades de juego, para que éstos también puedan sentirse satisfechos: A los que intentan sentirse completos, cubrir necesidades físicas y/o afectivas, y escapar de la soledad, se les brinda la oportunidad de satisfacer todas estas carencias a través de relaciones personales (ya sean de amistad, familiares o sentimentales). Y por último, para aquellos complicados usuarios que ya no disfrutan del juego, que están hartos de su estructura y ansían algo fresco y diferente, se han creado nuevas alternativas para complacer dichas exigencias, o mejor dicho, se han adaptado las antiguas opciones del juego a los tiempos modernos. Así pues, ya no se venden simples fichas, productos o servicios; sino que se ofrecen ideales. De tal modo se pretende aliviar el cargo de consciencia en los jugadores insatisfechos, haciéndoles creer que en todas sus adquisiciones materiales, estarán contribuyendo a causas nobles, que varían desde la lucha contra la pobreza, hasta la reinserción de especies endémicas en Madagascar.
Dicho esto, tan solo queda mencionar la última regla del juego, y tal vez la más relevante: La partida únicamente termina cuando mueres.
¿De verdad te creías que podías ser feliz siendo parte del juego?


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