"Al final del juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja"
Desde que naces, ocupas una posición determinada en el
tablero. No puedes elegir la casilla de la que partes, pero puedes lograr
situarte en una mejor, dependiendo de tu ingenio y habilidades (al menos en
teoría).
Al empezar la partida, todos los jugadores reciben una
determinada cantidad de fichas, que varía enormemente según la posición que
ocupen. Si esta repartición predeterminada te parece injusta, te jodes y sigues
jugando, porque nadie puede abandonar el juego.
Las fichas se denominan bienes materiales, pueden ser de muy
diversa índole y adquirirse de innumerables maneras. Sin embargo, el método más
común para obtenerlas –al menos para los jugadores estándar –consiste en
dedicar un tercio de cada día a la consecución de éstas, cumpliendo con alguna
de las muchas labores que los creadores del juego te ofrecen.
Para poder elegir qué labor desempeñar, el juego cuenta con
un excelente sistema de formación, el cuál empieza a una muy temprana edad, que
se prolonga hasta los primeros estadios de la edad adulta. En todo ese período,
los jugadores tienen tiempo de amoldarse a las reglas de la partida, acatar su
funcionamiento y denunciar a todo aquel que pretenda quebrantarlo.
Este es uno de los aspectos fundamentales del juego, ya que
a través del sistema de formación, los creadores no necesitan intervenir en la
partida para controlarla, ya que son los propios jugadores los que la regulan.
En otras palabras, cada individuo ya tiene interiorizada la estructura del
juego, sabe lo que tiene que hacer y lo que tiene que evitar, conoce su rol en
la sociedad y tiene claros los objetivos que ésta le propone. De esta manera,
cuando alguien pretende alejarse de lo establecido, su principal obstáculo
yacerá bajo su propia piel, en forma de conocimientos, prejuicios y temores, que
desde su infancia ha almacenado; haciéndole incapaz de visualizar una realidad
alejada de las reglas del juego (porque seguimos hablando de un juego).
La partida únicamente se gana –y se termina –cuando alcanzas
la felicidad. El juego asegura que ésta se consigue cuando logras situarte en
una posición de prestigio en el tablero y posees una gran cantidad de fichas
(bienes materiales). Para que todos los jugadores estén motivados a perseguir
estas metas, se pone a su disposición todo tipo de entretenimiento, con el que
se les sugiere que ocupen su tiempo libre, y mediante el cual, de manera sutil
(y no tan sutil) se los incita a consumir más productos y adquirir más fichas.
Por su puesto, hay algunos jugadores que se sienten
incómodos a la hora de aceptar que su felicidad depende de aspectos tan
superficiales; por eso, los creadores han propuesto otras modalidades de juego,
para que éstos también puedan sentirse satisfechos: A los que intentan sentirse
completos, cubrir necesidades físicas y/o afectivas, y escapar de la soledad,
se les brinda la oportunidad de satisfacer todas estas carencias a través de
relaciones personales (ya sean de amistad, familiares o sentimentales). Y por
último, para aquellos complicados usuarios que ya no disfrutan del juego, que
están hartos de su estructura y ansían algo fresco y diferente, se han creado
nuevas alternativas para complacer dichas exigencias, o mejor dicho, se han
adaptado las antiguas opciones del juego a los tiempos modernos. Así pues, ya
no se venden simples fichas, productos o servicios; sino que se ofrecen
ideales. De tal modo se pretende aliviar el cargo de consciencia en los
jugadores insatisfechos, haciéndoles creer que en todas sus adquisiciones
materiales, estarán contribuyendo a causas nobles, que varían desde la lucha
contra la pobreza, hasta la reinserción de especies endémicas en Madagascar.
Dicho esto, tan solo queda mencionar la última regla del
juego, y tal vez la más relevante: La partida únicamente termina cuando mueres.
¿De verdad te creías que podías ser feliz siendo parte del
juego?
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