jueves, 3 de marzo de 2016

Para los del norte

Querido Berni, quiero felicitarte por haber completado tu vigésimo tercera vuelta al sol. Me alegra saber que existes y que tus pulmones se hinchan y deshinchan.
La fecha de tu cumpleaños me hizo pensar en ti, pero el pensamiento que te mencionaba también trajo consigo a todas las otras personitas que habitan esas tierras del norte.
Nunca había pensado en Valencia o España como el norte, pero ahora lo son, al menos desde aquí abajo.
Sé que no se puede vivir de recuerdos y que los buenos momentos, cuando se intenta repetirlos o atraparlos, pueden llegar a convertirse en espinitas que se atoran en el presente, que es, como todos sabemos, lo único que realmente existe.
Sin embargo, hoy no quiero hablar de recuerdos, hoy quiero hablar de momentos, momentos que laten y pestañean, momentos que aparecen como ráfagas, momentos que soplan y que te abrazan.
Para que me entiendas, hablo por ejemplo, de esas clases de química en la última fila, intentando contener las carcajadas, mientras dibujábamos a Leonorto. Me refiero a una noche de verano, en la plaza de la Virgen, tirados sobre unas escaleras con Carlos y Panchito a nuestro lado, reflexionando sobre la vida, regateando para obtener cinco cervezas por cuatro euros.
Hablo de frisbee, y de correr a máxima velocidad sobre arena hirviendo para agarrar el disco. Hablo de las miradas seductoras de Andrés, y del baile “hari hariri” en la piscina con Panchito. Hablo de Her, esa película que nos dejó en silencio. También de pequeños gestos de cariño, de cosquillas, de celebraciones y bromas, de conversaciones a horas intempestivas y de desayunos en los que se comparte lo que brinde la nevera.
Los momentos de los que hablo nacieron, crecieron, existieron y volvieron a desaparecer, a fundirse con la nada de la que todo proviene. Los momentos son como nosotros, paréntesis en la eternidad. Son pequeños y grandotes, de extremada simpleza y aun así, de suma importancia.
Recuerdo a Carlos ponerse nostálgico por los viejos tiempos, suspirar con anécdotas pasadas e intentar resucitar aquello que en antaño se daba. A veces yo también soltaba suspiros y abría las ventanas del ayer, regodeándome en lo que ya fue.
Y hoy Berni, pienso en todos los que están allá, en el norte. En ti, en tu casa y tus sofás de cojines morados. Pienso en Panchito, sus gatas y su mamá. También en el Rubio y en sus pláticas de informática. Pienso en Carlos y sus inventos culinarios, en Andrés y en hacer ejercicio “a machete”. Y por último, cruza por mi cabeza Richard, el único que habita tierras sureñas.
¿Sabes? Tengo un hermano que me recuerda a él. Es alto y de patas finas, está un poco loco y me inspira mucha ternura. Estoy en Bolivia y Richard en Ecuador. Hacía años que no estábamos geográficamente tan cerca, y aun así, siento que estamos muy muy lejos.
¿Recuerdas ese verano de 2012?
Qué mágico que fue, estar todos juntos otra vez.
Pero lo que quiero decirte ahora, es que en agosto tengo reservado un vuelo al norte, muy al norte, nada más ni nada menos que a la tierra de Odín. Y que desde ahí iremos a España, un año después.
Un año suena a mucho y también a poco. En un año transcurre una vida entera y sin embargo es inevitable preguntarte: ¿Ya está? ¿Es eso todo?
Y sí, eso es todo; y cuando vives con todo tu corazón, sin reservarte nada, puedes dejar ir en paz a aquello que se tiene que ir.
A lo que quiero llegar con esto es que habrá reencuentro y que tengo muchas ganas de verlos, a todos ustedes, aunque, si soy sincero, todavía no. Ahora estoy contento, escuchando a mi hermano tocar violín. Hoy, cuando el reloj marque las cinco iré a entrenar basket con tu tocayo, que da la casualidad que es otro de mis hermanos.
¿Por qué te escribí esto? No lo sé. Así como no sé por qué vine a Bolivia o por qué volver a la península ibérica. La única respuesta que tengo a todas las preguntas previas, es que mi guía es ese fueguito que todos tenemos dentro, esa brújula interior de la que a veces hablo. No tengo un cómo hacer las cosas, tan solo hacer lo que siento y hacerlo lo mejor que pueda.
Una vez escuché decir a alguien que no haga nada que no sea excelente. Obviamente nuestras definiciones de excelente pueden cambiar mucho, pero a mi entender, significa hacer algo con todo cuanto tienes, dejándote la piel, el ingenio y las entrañas en dicha enmienda, sea lo que sea.

En fin Bernichu, perdón si serviste de telón de fondo para todo esto que ha brotado. Te mando un abrazo enorme. Disfruta y sobre todo, vive.

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