domingo, 18 de diciembre de 2016

Guille

Cuando te conocí, en septiembre de 2014, estabas aprendiendo a pronunciar tu nombre de España: Guille.
Ayer, cuando vi el discurso que diste en tu graduación, lloré. Lloré antes de que dijeras una sola palabra. Y aplaudí, sí, aplaudí cuando te llamaron al escenario, del otro lado del Atlántico.
Supongo que verte fue destapar mi corazón de emociones. Y por mi cabeza pasaron ráfagas de nuestros paseos por Madrid. Tú llamándome después de cenar, andando de noche, alumbrados por las farolas y el tráfico de la ciudad. Tantas conversaciones tuvimos en las que pude ser yo mismo. Tantas conversaciones en las que pude escucharte, reflexionar y callar.
Ayer, cuando te escuché hablar, al frente de tu universidad, no sé, me sentí orgulloso. “Yo soy amigo de ese tipito” decía dentro de mí.
Tus preguntas. Me encantan tus preguntas. Esas preguntas que te despojan de convencionalismos y ponen en marcha tus neuronas. Esas preguntas que solo se puede responder con vulnerabilidad. Contigo, es un placer ser vulnerable y sentirme pequeño, y dudar y tener miedo.
Recuerdo cuando volviste de Francia y te fui a buscar a Moncloa. Era primavera y las hojas de los árboles silbaban con el viento. Hablamos un buen rato, poniendo al día nuestras vidas. Pero al final, encontramos un banquito cerca del templo de Debot y tocaste la flauta. Tu cabeza y tus brazos se movían al son de la melodía, había tanta armonía en ese instante, todo estaba en su sitio. Las ramas meciéndose con la velocidad justa, la brisa purificando el aire, el silencio inusual de la capital. Qué belleza.
Te vi feliz ayer, y eso fue lo que más me alegró. Pero también te vi nervioso, pero de esos nervios que preceden a un acto de valentía.
Luego nos encontramos en Estados Unidos, en San Antonio. Recuerdo el downtown, y nosotros corriendo por esas calles iluminadas y esos parques llenos de niños. Recuerdo las bicis, el concierto de jazz al que no prestamos mucha atención. Y claro, nunca voy a olvidar la historia que inventamos Colleen, tú y yo. Aunque, ahora que lo pienso, la he olvidado. Sé que empezaba con un niño en un bosque, pero no recuerdo cómo terminaba. Pero el contenido de la historia no era lo importante. Para mí, esa noche creamos algo juntos, en esos asientos blancos en medio del césped del campus. Nos veo allí a los tres, con toda nuestra energía puesta en la creación de un cuento ficticio. Yo intentaba darle profundidad a la historia y Colleen intentaba reducirla al ridículo, pero no recuerdo cuál era tu estrategia para crear tu parte del relato.
San Antonio, hogar de mi equipo favorito de básquet, fue para mí un refugio, un lugar de sanación. Fue un punto de inflexión y un nuevo comienzo. Y fue gracias a ti. A tu “ático” en el que yo tenía que andar con la cabeza agachada. Fue un placer cocinar y compartir cenas en esa mesita redonda. Y claro, recuerdo la última vez que nos despedimos. Después del abrazo del adiós, tú recorriste ese pasillito que conectaba con tu universidad. Te vi marcharte, y agarré con fuerza las manos de Colleen, pero de algún modo, sentía que faltaba algo. Así que corrí detrás de ti, y te di un abrazo más, uno en el que las lágrimas fluyeron por mis mejillas, y yo solo pude decir: Gracias.
Ayer, mientras pronunciabas tu discurso, me di cuenta de que el tiempo pasa. Tú has estado en un vaivén entre San Antonio y Europa, yo me deslicé de América del Norte al Sur, y ahora de vuelta al viejo continente. Tú te acabas de graduar de la universidad; yo, bueno, dentro de poco terminaré un curso y me darán un diploma por ello, así que técnicamente es lo mismo.
Sí, el tiempo pasa. Pero al mismo tiempo no lo hace. Y contigo lo siento de esa manera, porque sé que nos volveremos a ver, no tengo ninguna duda, y el cuándo, no me preocupa, porque sé que la vida se encargará de brindarnos el espacio necesario para hacerlo. Sé que tú vendrás, que yo iré, o que nos cruzaremos por el camino, y sé que volverá a ser importante para ambos.
Verte ayer le quitó peso a mi mente. Y es que últimamente he estado pensando demasiado. He tenido algunos momentos altos y otros bajos. Pero hoy, hoy estoy aquí, escribiéndote.
¿Y sabes qué?
Hoy me preparé unos macarrones con berenjena, cayena y cilantro. Quedaron exquisitos y comí unos buenos dos platos. Me gusta cocinar, y sobre todo, me gusta hacerlo cuando no tengo prisa, cuando puedo picar las verduritas con tranquilidad y cocerlas a fuego lento.
Ayer, dijiste que el consejo que la mayoría de la gente se daría si volviera a tener 22 años, es que hay tiempo suficiente, y que al final las cosas saldrán bien.
Eso es lo que siento cuando cocino, y así es como me siento con respecto a mi propia vida.
Sin embargo, creo que a veces, todos olvidamos ese consejo. Y nos perdemos este momento por preocuparnos por el siguiente o arrepentirnos del anterior.
Recuerdo que yo quería eliminar esos momentos de estrés, esos días de conflictos y de pensamientos huracanados, pero ahora, creo que esos momentos le dan salsa a la vida. Esos temores, esos pasos temblorosos, esas voces que tartamudean.

En este momento, amigo mío, no pretendo ser perfecto. Y es que en este preciso instante, al igual que esa noche en el templo de Debot, todo está en su sitio. Tú allí, yo aquí, pero, de algún modo –como el nacimiento y el desemboque de un río – conectados, fluyendo a través de la misma vertiente infinita.



1 comentario:

  1. Querido Ariel,

    Despues de leer tus palabras, volví a ver mi video. Ví que me introducen y llaman mi nombre. Pero esta vez lo miré como yo fuera tu. Sentí la emotion que sentiste cuando esperabas que yo viniera al escenario, y cuando por fin me viste en mi traje. Era una manera interesante de verme a mi mismo. Por ti y tus palabras, he llegado a sentir un orgullo hacia mi mismo, y tambien una sorpresa que yo he podido impactar alquien tan lejos y de manera que en este momento en el escenario no diria cuenta yo. Creo que eso es la magia de amistad: de aprender a uno a verse et de amarse de una manera a la que no se acostumbra.

    Cada vez que crucía en el parque donde pasamos,pensaba en ti y colleen. Son tan bellos dias. De vez en cuando, cuando pasaba por las sillas en frente de la biblioteca, el recuerdo del que inventamos la historia me volvia. Tienes la razon, esta noche era aun mas importante porque estabamos creando algo juntos. Y es buena pregunta: Que seria mi estrategia? Creo que inventé la historia basado en el libro y en la pelicula que habia leido o visto, y por la asociacion, continué la historia. Diría asi que era el poder de la associacion que impulsó mi creacion.

    Gracias por haberme perseguido esta tarde despues de que nos pidieramos la primera vez, porque sentí lo mismo, que algun faltaba. Al leer tus palabras, podía sentir la subtil fuerza con la que apretaste el mano de Colleen. Gracias por haberme perseguido en ese tunel, porque tus ojos y la importancia que montraste que yo tenia por ti mi es algo tan valiosa, de la que nunca olvidaré.

    En el ultimo largo mensaje que escribí a ti cuando ya volviste a Espana y empezaste el curso en la agronomia, terminé mi carta con tanta emocion que no podia detenerme de decirte que ¨Te quiero Ariel¨. Es una palabra justo por la que puedo expresar lo que siento contigo.

    Ariel,relajamos. Todo va bien. Imagino a veces que en 30 anos cuando nos reunimos, hay algo que seria siempre igual entre nosotros (pero seguro mucho mas pronto que 30 anos!). Cuidate mucho.


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