Hay tiroteos en escuelas, gente que muere en balsas y
personas que cierran fronteras. Hay manifestaciones por el aborto, gente que se
opone y debates que se abren.
Hay incendios forestales, plástico en los fondos marinos y
comunidades indígenas desterradas.
¿Y yo qué hago?
Yo me preocupo por el futuro. Por mi futuro. ¿Qué haré?
¿Cómo lo haré? Y lo más importante, ¿De dónde sacaré dinero?
Todo eso parece tan irrelevante en medio de todo lo que
ocurre en este mundo nuestro. Y da la sensación de que no hay acciones
correctas.
Puedo centrarme en mí, en tener estabilidad económica,
ahorrar, cotizar a la seguridad social y en 30 años esperar a tener una pensión.
Pero eso se antoja monótono, aburrido, insulso. Porque por
dentro siento que una vida humana es más que eso. Que hay que explorar, sentir,
palpar, aprender, conectar y compartir.
Me digo que hay que disfrutar. Que mañana puedo morir. Que
todos vamos a morir.
Y luego me pregunto cómo disfrutar. Cómo disfrutar de esta
vida sabiendo todo lo que está ocurriendo en cada esquina.
Cómo buscar mi felicidad cuando para tanta gente esa no es
una opción. Cómo buscar un trabajo que me apasione cuando tantas personas tan
solo buscan sobrevivir.
Me siento culpable, luego impotente. Y después me digo que
no tiene sentido.
Siento que nacer en este mundo fue despertarme sobre un
juego de mesa bastante retorcido. Un juego de leyes complejas y en general
carentes de sentido común. Un juego que se basa en la desigualdad, y en que
para que ganar, siempre tiene que haber alguien que pierda.
Y a veces tengo ganas de dejar de jugar. Dejar de
preocuparme por sobrevivir y mandar todo a la mierda.
Me entran ganas de andar, andar lejos y sin cargas. Andar
hasta cansarme y luego dormir.
A veces, cuando no tengo ganas de vivir, me apetece cerrar
los ojos y dormir, caer en un sueño profundo y sobrevolar mundos distintos a
éste.
Pero luego voy a un río, veo el agua, a las libélulas y las
hojas de roble mecidas por el viento. Escucho ranas y algas bailar con la
corriente. Y entonces la vida vuelve a mí. Y me siento agradecido, tan solo por
estar ahí, por ser parte de ese momento.
¿Cómo puede haber tanta belleza y a la vez tanto dolor?
Veo niños corriendo, veo la espontaneidad, la creatividad
humana. Siento el cariño de una mirada, el calor de un abrazo, los acordes de
una guitarra. Pero luego veo los impulsos egoístas, el yo antes que tú, la
avaricia que no se llena y el miedo que desemboca en agresión.
Luego salgo a caminar y voy a un parque. Me siento en un
banquito y veo estelas de sol entre ramas. Entonces escribo, me escribo a mí
mismo y lo hago con amor, con paciencia y tolerancia. También dibujo y el
resultado es algo infantil, muy colorido y no demasiado realista. Me avergüenzo
un poco, pero en realidad me siento bien. Una sensación revitalizante se
extiende bajo mi piel.
Esas palabras de cariño y ese dibujo de niño me hacen sentir
vivo, en paz conmigo y con el mundo. Pero el mundo no ha cambiado. El mundo
sigue como es.
No sé cuántas veces he dicho en los últimos años que no sé
qué voy a hacer. Cada vez que la seguridad y la estabilidad asoman en el
horizonte, se esfuman como la niebla, y queda el viejo misterio de lo
desconocido.
Lo desconocido, tan familiar a estas alturas, pero que hasta
ahora, no se deja conocer.
Tal vez vaya a Nepal, quizás enseñe inglés, puede que me
quede en Lugo, o que haga un voluntariado en Finlandia, no lo sé.
No sé lo que voy a hacer. Pero me quiero dar un consejo:
Hay tiempo. Hay tiempo Arielito. No hay por qué apresurarse.
Ve a Bolivia, déjate envolver por los vientos del sur, y el polvo que traen
consigo. Báñate desnudo en cascadas y úntate la cara con barro. Disfruta con
las personitas que allí te esperan. Agradéceles, mímales y abrázales con todas
tus fuerzas.
Vive y camina. En ese andar el mañana se convertirá en hoy.
Pero siempre habrá un mañana en el horizonte. Un mañana que nunca dejará de ser
un misterio.
P.D.: Bajo un puente, al lado de un río hay un grafiti. En
él se lee: “Serendepia, hallazgo afortunado e inesperado, que se produce cuando
estás buscando otra cosa”.
Siempre lo leo cuando paso por ahí, y por algún motivo, me
reconforta y me siento tranquilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario