lunes, 11 de agosto de 2014

Para ti



No sé qué decir, ni qué hacer, tan solo puedo pasarme el día entero pensando en ti y el momento de volver a verte. No quiero que te vayas, pero me daría miedo que te quedes, mi futuro es confuso y no podría darte todo lo que te mereces. Tampoco es para ti el momento, todavía tienes mucho que ver, descubrir lo que se esconde detrás de tu mirada, te quedan muchas tardes de largas conversaciones con tu alma, y no quiero ser yo quien te prive de eso.
Podría agradecerte el haberme regalado la mejor noche de mi vida, o haber elegido celebrar mi cumpleaños con un puñado de buenas conversaciones y risas injustificadas.
Hoy mientras comía, y disfrutaba del sabor de cada uno de los vegetales que se derretían en mi boca, me di cuenta de que todo se acaba. Ese generoso bol de comida se quedó sin siquiera un grano de arroz al cabo de quince minutos. Y me acordé de ti, quizás no te guste que te comparen con un plato de comida, pero yo soy así, aprendo de lo sencillo e inesperado, aunque espero que eso ya lo sepas. La cuestión es que me acordé de ti, porque por mucho que me gustes, por más que la ilusión que me evocas tenga a mi corazón exhausto, en algún momento, ya sea dentro de una semana o después de toda una vida juntos, todo desaparecería, como esos granos de arroz.
Cuesta no aferrarse a lo físico, porque es lo único que podemos tocar, nuestra única herramienta para abrazarnos y besarte los labios mientras sonríes tímidamente. Cuesta dejarte marchar, aceptar el hecho de que tal vez nunca te vuelva a ver, porque aunque todo es posible, tuvimos que elegir vivir lo más lejos posible el uno del otro.
Cuando llegue el momento de despedirnos, no sé si podré decirte hasta la próxima vida. No quiero eso, y por momentos se me ocurren disparates, ideas que florecen de mi locura innata con el toque de dulzura picante que tú le añades; y pienso en nuestro futuro encuentro, quizás en otro continente, tal vez en otro año, incluso década, realmente no importa cuando, ni dónde, siempre y cuando se mantenga viva la esperanza de verte una vez más.
Y entonces me doy cuenta de que todavía no te has ido, que te irás, pero todavía no y quizás, si yo te he trastocado tanto como tú a mí, quieras compartir alguna tarde más, tal vez cogidos de las manos, no por ser románticos, sino por la posibilidad de no volver a sentir tus dedos pequeños, entrelazados con los míos. Incluso puede que todavía nos quede otra noche para crear magia y hablar sin palabras, no lo sé.
Todo puede pasar y contemplar las posibilidades es sencillamente abrumador. Pero lo que me hace volver a vibrar, a levantar una vez más mis ojos y perderme en el cielo, es la idea de que serás feliz, de que encontrarás lo que buscas, que te darás cuenta de lo que veo yo en ti, que recorrerás Australia en una caravana, con tu mejor amiga y un perro.
Porque te quiero, así como lo oyes, te quiero, y podría gritarlo a los cuatro vientos y contárselo a la luna y al sol, pero estaría desperdiciando mi voz, porque tan solo hace falta que lo escuches tú.
La chica de las botas gastadas y los cordones desatados, las uñas sin pintar e incluso un poco de mugre en alguna de ellas. La chica del lejano continente, la aventurera, la chica de las locuras insensatas a los dieciséis años, la que nunca ha usado tacones y que camina descalza por su pueblo. La que le cuenta sus travesuras a su madre y los problemas serios a su padre, la que no sabe qué contestar cuando le preguntan a qué quiere dedicar el resto de su vida. La chica de pelo corto, tres aritos en las orejas, uno en la nariz y otro que no puedo decir. Esa eres tú, la que no quiere ser una princesa, la que no se asusta de las arañas y está acostumbrada a los tiburones. Eres la chica que me recordó que mi corazón no es invulnerable, la que me escribió por casualidad, en el momento adecuado, la que se perdió conmigo y se dejó guiar. La que no demuestra con palabras, la que tampoco da abrazos, o al menos no los daba, la que entrega su amor en tiempo, en tiempo de calidad como te gusta llamarlo.  Eres la que brilla por dentro, la que desprende una belleza atípica, la que conquista sin saberlo y evoca a las estrellas sin pretenderlo. Eres la chica que escucha mis historias, la que no habla mi idioma y aun así me entiende. Eres la que irradia alegría y despreocupación, la inmadurez mezclada con valentía. Eres la niña de ojos camaleónicos, la que quiere una sociedad sostenible y se  apunta las películas que le recomiendo. Eres la que se atreve a probar aguas heladas y se ensucia los pies entre rocas musgosas, la que duerme sin colchoneta y se atreve a participar en cánticos hindúes.
Eres una pequeña estrella, una de esas que te orientan desde el firmamento, una estrella que empieza a brillar, una criatura que se despereza lentamente, inocente, traviesa, tímida y atrevida. Eres un revuelo de emociones, un regalo para el alma, una bendición para los sentidos.
Eres la que se va para no volver, aunque eso siempre es complicado de saber. Podrías no haber venido, pude no haber contestado, pero ocurrió y te he disfrutado tanto como he podido.
Así que no quiero que me recuerdes, no pierdas el tiempo con eso, tan solo acuérdate de que una noche, la luna brilló para nosotros.
No pienses en mí, ni tampoco me extrañes, tan solo vive, y no mires atrás, porque las montañas que nos vieron amarnos no estarán en el pasado, sino en un trocito de tu corazón, así que cuando te acuerdes de mí, tan solo escúchalo, probablemente oigas mi voz ahí dentro, siempre que quieras.
Por mi parte, yo no te voy a esperar, ni convertiré las memorias que creamos en algo triste. Pero si alguna vez quieres volver a escuchar mi voz, conocer mis sueños, hablar de un mundo mejor o simplemente conversar sinceramente con un amigo, yo tendré las puertas abiertas, dondequiera que esté.
Hasta entonces, ten por seguro que de cuando en cuando, aparecerás disimuladamente entre mis párrafos, porque me gusta escribir sobre mi vida, y ya sea aquí o en la otra punta de nuestro mundo, formas parte de ella.


No hay comentarios:

Publicar un comentario