Anoche no podía dormir, tan solo podía
imaginar lo que sucederá hoy, pensando, escuchando retumbar algo
bajo mi pecho. Sentía arder mis entrañas, intentando
desesperadamente que las visiones desaparecieran de mi mente. Pero no
podía, claro que no podía, ya ha ocurrido antes y es algo que no
puedo controlar. No sé por qué, pero hay algunos rostros que cuesta
olvidar, recuerdos recientes que se reproducen una y otra vez en un
cine cuyo único espectador eres tú. Algunos lo llaman enamorarse,
yo antes también lo hacía y creía que ya me había librado de ese
revuelo de hormonas y sudores fríos, las caras de tonto y fantasías
que te cortan la respiración. Eso no puede ser amor, eso lo sé, al
menos en teoría, porque en la práctica, es muy fácil confundir a
esa palabra que mueve al mundo con cualquier otro significado, ya sea
necesidad, apego, envidia e incluso miedo. Ese es un grave problema
para nuestra pequeña sociedad, ya que en nombre del amor, ya sea a
Dios, a la patria o a una ninfa, se libran sangrías humanas, se
destrozan hogares y las almas quedan hechas piltrafas.
Pero no se puede evitar, yo, ya estando
curado de espanto, aleccionado por la vida en repetidas ocasiones, he
vuelto a caer en las garras de ese estado de insensatez. Pero no es
la locura que me gusta, no es esa que me hace llorar de emoción, que
me da ganas de silbar y dar vueltas sobre mí mismo con los brazos
extendidos, con la mirada perdida en el cielo, hasta que parece que
las nubes se acercan vertiginosamente a mis pestañas. No, esta es
una locura distinta, una que te desconcierta, te devuelve a un estado
animal, no de inocencia, sino de feroz instinto. Y un instinto
primario, altera al cuerpo, reblandece las tripas, nubla la mente y
te ciega las pupilas.
Así que no puedo resistirme y mi ser
se divide en dos ejércitos, listos para enfrentarse al enemigo, que
resulta que son ellos mismos, y siento las heridas por dentro,
distraído, porque claro, yo solo puedo pensar en ella. Y no sé
cuando terminará, si volverá a ocurrir o si en algún momento
dejarán de aparecer musas que me turben y traigan consigo las
tormentas de la atracción.
He quedado reducido a un sentimiento,
al más brutal de todos ellos, y ya me cansé de luchar. Tal vez ese
sea el auténtico problema, enfrentarte a algo que te supera,
intentar domar una fiera feroz e impredecible.
Los ríos no escogen el camino por
donde fluir, escuché una vez, sino que siempre toman el camino más
simple, el más sencillo y siempre, de un modo u otro, desembocan en
el mar.
No sé por dónde acabará discurriendo
esta historia, probablemente acabe en menos de una semana, cuando la
otra protagonista se marche, posiblemente para siempre, de este
rinconcito del mundo. Queda tan poco y a la vez tanto, que sonrío
por agotamiento, porque cuando un rostro se te incrusta entre las
retinas, acabas exhausto.
Por primera vez no intentaré definir
lo que brota de este manantial de emociones, solo sé que cuando
intento taparlo con las manos, el agua se me escurre entre los dedos.
Así que mejor lo disfruto, porque es hermoso, y qué más da si está
bien o mal, mejor le doy dos patadas a lo moralmente correcto y me
entrego al entusiasmo que te regala la inminente aventura.
Tal vez nunca sepas que fuiste tú la
que me inspiraste a escribir esto, la que me provocó insomnio y se
colaba en mis sueños sin permiso. No sé cuanto durará esto, quizás
hoy mismo lo averigüemos, pero ten por seguro que yo no haré nada
para provocar algo. Te prometo que no me acercaré deliberadamente a
tus labios, ni intentaré rodearte con los brazos en un bostezo
disimulado, si algo pasa entre nosotros, será la corriente del río
la que lo tenía prememeditado.
En cualquier caso, lo único que te
puedo asegurar es que este día es nuestro, y que sin esfuerzo
alguno, lo disfrutaremos, porque haya energía entre nosotros y el
lugar al que vamos nos llenará de suspiros de vida, eso lo sé. Así
que no nos preocupemos por lo que pueda ocurrir mañana, eso lo
decidirá el futuro, que dicho sea de paso, a lo mejor ni siquiera
llega. Es ahí, en el misterio que nunca podremos resolver, donde
radica el ímpetu del espíritu, ¿Verdad?
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