Y van 24 vueltas al sol. ¿Cómo te sientes?
Vas de camino, vas caminando hacia tierras fértiles, tierras
húmedas, que te permiten respirar y sudar.
No tengas miedo de no llegar, porque llegar no importa; tan
solo anda, a tu ritmo, ese en el que te sientas cómodo. Pero no vayas con
prisas, por favor, no te apresures, nunca sacrifiques un hoy por un mañana. No
cambies lo que eres por lo que serás, porque solo serás lo que eres.
No tengas miedo a sentirte pequeño, ni tampoco a ser grande.
Si los demás quieren encajarte en una talla, déjales hacerlo, no intentes
convencerles. No importa lo que piensen, ni tampoco lo que tú pienses; el
pensamiento no es un problema, cuando ocupa su justo lugar.
No te conformes, pero no te obsesiones. No rechaces a nadie,
ni siquiera a ti mismo. Recuerda que ninguna persona es más que otra persona.
No te esfuerces por formarte una opinión de lo que ves, ni
de lo que sientes; las opiniones son a la mente lo que la miopía a los ojos; te
privan de claridad. No opines, tan solo observa y comprende. De hecho, cuando
comprendes algo, dejas de juzgarlo o de intentar formarte una opinión al
respecto.
Sé sincero, en cualquier circunstancia. Si quieres dejar de
vivir en un en gaño, el primer paso –lógicamente –es dejar de mentir. Solo
miente el que algo quiere ocultar o aparentar, solo miente el que tiene miedo a
perder o el que algo pretende recuperar. La mentira es una maleta, una que no
tiene fondo, pero que pesa y mucho. ¿Para qué cargar con tanto equipaje?
Y allí donde vas, necesitas ir ligero, sin carga alguna. El
viaje que estás realizando no requiere de provisión alguna, porque el camino
que no brinda provisiones al viajero, no merece ser recorrido. Pero no te
sientas en deuda con el camino, con el árbol que te ofrece sus frutos o el río
que refresca tu rostro, ellos dan sin esperar, así que no esperes compensarles.
Eso, sí, expresa tu gratitud, hacia cada arbusto, cada hormiga y cada nube,
porque la gratitud es amor, que ni se da ni se devuelve, tan solo se esparce,
abrazándolo todo, ya que eso es lo único que sabe hacer.
Por tanto, en tu camino, no vendas ni compres. Si necesitas
pide, si te sobra da, es así de sencillo y con cualquier cosa. Nada es tuyo, ni
nada es de nadie; no defiendas posesiones, ninguna, ni siquiera esas que crees
haberte ganado. No pretendas retenerlas aludiendo el esfuerzo que te costó
conseguirlas, porque todo lo que vale la pena no requiere esfuerzo. Solo te
esfuerzas cuando pretendes conseguir algo; en cambio, si haces algo con amor,
no hay esfuerzo en la acción; da igual que escribas un libro, plantes un árbol
o construyas una casa, si de verdad amas esa creación, jamás se te ocurriría
decir que es tuya, o ponerle un precio. La belleza es de la vida y la vida es
de todos, lo cual solo es posible cuando no pertenece a nadie.
Tampoco te esfuerces por buscar compañía en el sendero. Sé
que a veces te sientes solo y que querrías tener a alguien al lado que te
comprenda. Sé que en ocasiones te sientes sumergido en un mar de extraños, de
criaturas que parecen de otra especie, de gente a la que no entiendes y de la
que te sientes a años luz de distancia. Pero quizás eso solo ocurra cuando tú
eres un extraño para ti mismo, cuando ni tú mismo te entiendes y te encuentras
lejos de tu esencia.
Así pues, no busques fuera, ni tampoco busques dentro;
porque lo externo es un reflejo de lo interno y viceversa. Tan solo deja de
buscar; de postergar y de intentar conectar, porque cuando dejes de hacerlo, te
darás cuenta de que ya estás conectado, que siempre lo has estado y que siempre
lo estarás.
No eres una mera creación, nada lo es, todo lo que vive
tiene consciencia y la consciencia es la fuente creadora. Así que crea, porque
estás aquí para hacerlo, porque lo sagrado no está separado de lo físico; lo
físico es la manifestación de lo sagrado. Por tanto, no tiene sentido sentirte
insignificante u omnipotente, mortal o eterno; porque todo es lo mismo.
Disfruta de la fragilidad de la piel, de la fugacidad de la primavera y de las flores
que marchitan, pero sobre todo ama, lo que vive y lo que muere; y si amas de
verdad, la muerte dejará de preocuparte, porque la muerte solo asusta al que
vive atado al tiempo, y el tiempo solo condiciona al que no siente amor. El
amor deja en evidencia a los relojes y a los calendarios, porque el amor solo
tiene lugar en el único lugar que existe, que es este instante.
Ya estás en camino, estás sumergido en bosques en los que
apenas penetra la luz del sol, bosques rebosantes de troncos musgosos, de telas
de araña que brillan como finos hilos de diamante.
Vamos andando, trazando senderos con cada paso, sin dejar
huella, sin marcar metas. Hay bichitos alados por los costados, hay mariposas y
nidos de colibrí. Hay abejas y madrigueras de comadrejas. Hay agua por el camino
y tendremos que nadar; pero es agua limpia y podremos dar sorbitos a la
corriente y brindar con los peces, bailar con las algas y luego secarnos en
alguna roca plana, compartiendo espacio con alguna lagartija.
Vamos caminando, desde siempre, sin principio, sin final,
solo y acompañado, pero nunca aislado. Voy libre, sin condiciones ni
posesiones, voy contigo y conmigo, sin preocuparme por lo que ocurrirá después.
Voy con el corazón latiendo, voy escuchando tambores, voy bailando y cantando,
voy corriendo y llorando, todo al mismo tiempo.
Hay tanto por aprender, tanto por descubrir, tanto por ver y
tanto por hacer. Pero voy tranquilo, sin ánimos de conquista, sin fechas
límite, ni objetivos para mejorar. Porque no quiero mejorar, no quiero amarte
más que ayer y menos que mañana. Te amo hoy, o mejor dicho, te amo y punto.
Vamos a vivir, de corazón, sin miedo, porque todo es
posible, porque hay belleza en la vida, porque acabo de nacer, porque estoy
vivo, porque los caballos salvajes existen, porque voy a casa, porque ya estoy
allí. Ya estoy aquí.
Vamos caminando…
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