sábado, 5 de septiembre de 2015

Conozco un lugar


Conozco un lugar, uno al que se llega por un camino serpenteante, un camino que sube y en cuyos alrededores crecen moras, moras oscuras y redonditas, que tiñen los dientes y alegran la boca.
Sí, conozco un lugar, un lugar mágico, donde los robles te escupen y los pájaros te cagan, donde se mea en cubos y se alimenta a las plantas con dicha orina. Es un lugar con telarañas en las esquinas y mosquitos que buscan sangre por las noches. Porque aquí, aquí todo es de verdad. Aquí ves dónde va a parar tu mierda, aquí no se tiran las esponjas viejas y la marca de la ropa se tiñe de tierra.
En este lugar la vagancia no existe, ya que la falta de obligaciones acabó con ella. Aquí se canta picando piedras al mediodía, empapado en sudor y cubierto de polvo; porque aquí, si haces algo, lo haces con toda la fuerza del mundo.
 Aquí se saluda, a las mismas personas varias veces al día, y el entusiasmo no varía desde la primera a la última. Aquí se ríe sin necesidad de chistes o sarcasmos, se mira a los ojos y se duerme en literas.
Créeme, conozco un lugar en el que la mejor ducha es una cascada, un lugar donde no te obligan a fregar los platos, pero en el que todos quieren hacerlo, porque hay que hacerlo.
Aquí no se mata al silencio con conversaciones insulsas, ya que aquí el silencio es crucial para escuchar al viento ronronear. Aquí hay rocas grandes, desde las que puedes observar el cielo teñirse de calidez. Desde aquí ves nubes extenderse en un sendero de algodón por el horizonte y puedes extender los brazos sin motivo alguno mientras vacías tus pulmones con un grito. Porque sí, aquí el silencio se respeta, pero cuando hay que decir algo, se dice, da igual que salga en forma de grito, murmuro o aullido.
Conozco un lugar en el que las personas se dan la oportunidad de ser ellas mismas, en el que las apariencias se caen por el camino y las mentiras tienen patas más cortas que las hormigas. Por eso, aquí he hablado de todo, aquí he sacado temores pasados y miedos futuros, aquí he barrido culpas y he disuelto ambiciones. Aquí he hablado a la luz del sol, de la luna y de una lamparita anaranjada; y nunca se me ha juzgado por ninguna palabra. Porque este lugar es así, es una oreja gigante, una oreja con brazos, porque ten por sentado que aquí se te escucha y se te abraza por igual. Te abraza el sol cuando riega su luz por los campos, te abrazan los grillos con su melodía y las abejas con sus patas acolchadas, también te abrazan las montañas desde lejos e incluso, hasta te abrazan las personas.
Pero el lugar del que hablo, te brinda lo que le das, no como premio o castigo, ni siquiera como causa y efecto; no, este lugar no pone a nadie en su sitio, pero el que viene aquí, se da cuenta, de manera inevitable del sitio en el que se encuentra. Porque este sitio es un espejo, uno que te permite ver lo que hay detrás de tu mirada, uno que derrite máscaras y que rompe guiones. Ya que aquí nadie es un actor. Aquí no valen de nada los títulos bajo el brazo, las reputaciones que te has labrado o las metas que te propongas alcanzar.
El que viene aquí buscando algo, dura poco. El que llega cargado de expectativas retorna lleno de decepciones y el que pretende vender algo, se vuelve con la mercancía entera.
En este lugar se cultiva para el estómago y no para el bolsillo. Aquí no se comercia, ni se negocia; aquí se regala y siempre más de lo que se pide.
Sí, existe un sitio con las puertas abiertas, un lugar que no tiene dueño y que tampoco lo busca. Existe una casita en la que te sientes en casa, no porque sea tuya, sino porque precisamente, no es de nadie. Del techo cuelgan matojos de orégano, en las estanterías se almacenan frascos de cristal rellenos de frutos secos y en la cocinita se puede preparar guisos de verdura con aceite de oliva.
En el lugar del que hablo la gente se dedica a cambiar el mundo. Ahora mismo tengo delante a una mujer de pelo corto que le peina los rizos a un hombre de barbas largas; y el amor que destila la escena es una luz en sí misma. Aquí hay un manantial de alegría en el que la sencillez se baña desnuda. Y así se cambia el mundo, cepillándonos el pelo unos a otros, dando los buenos días de corazón, viviendo con alegría y sencillez; ya que solo lo simple puede disolver lo complejo.
La existencia de este lugar es la prueba irrefutable de que la armonía es real y practicable. Y quizás, si el mundo pudiera experimentar un trocito de esta paz, dejaríamos de estar en guerra, y nos daríamos cuenta de que ninguna batalla merece su precio.
En este lugar no se busca hacer del mundo un lugar mejor; aquí no se proponen soluciones, ni se establecen normas, aquí no se forman organizaciones ni se eligen nuevos líderes. Aquí no se platica, aquí se practica. Por eso, aquí el mundo justo y libre que todos quieren no es una utopía, sino una acción, una acción intensa y viva, que empieza en el corazón y que se expande con cada latido.
En todas partes la complejidad de la existencia se hace tortuosa. Te imponen obligaciones, te asignan roles, te cargan facturas y te marcan con números, para identificarte, para calificarte y ordenarte. Pero yo conozco un lugar en el que no se te exige nada, en el que no se rinden cuentas y en el que la documentación cría polvo por la falta de uso. En este lugar, la libertad es una realidad y es total. ¡Libertad total! Pero claro, eso es algo que incluso aquí, solo te puedes otorgar tú mismo. Y es que la libertad asusta, y si es total, se podría hablar incluso de pánico; porque pensamos que la libertad solo puede engendrar caos, que siendo libres nos armaríamos con lo que pudiéramos y comenzaríamos una carnicería. Se piensa que en libertad nadie haría nada, que la barbarie se impondría y que todo se derrumbaría.
Y es cierto, la libertad derrumba todo, todo lo que se tiene que derrumbar. Y si piensas que siendo libre dejarías de hacer todo lo que estás haciendo, probablemente es que tengas que hacerlo.
En el lugar del que hablo, nadie hace nada que no quiera, pero ya te digo yo que todos quieren hacer algo. Todos quieren contribuir, trabajar y crear; porque cuando te das la oportunidad de ser libre, eso es lo que en realidad ocurre, que empiezas a hacer lo que de verdad amas. Ya que la libertad, tan solo puede engendrar amor.
Conozco un lugar que nada tiene de extraordinario. Es tan solo un terreno a mitad de una montaña. El lugar no importa, porque ningún sitio se convertirá en tu refugio o tu hogar. Nos hemos creído que la llamada tierra prometida es un lugar, pero en realidad es una sensación, un algo en el estómago, un cosquilleo en el pecho, una respiración que se salta, una risa que se escapa, una lágrima calentita, es un despertar verdadero.
Pronto descenderé una vez más el sendero serpenteante y cogeré algunas moras por el camino, y quién sabe cuándo volveré a la casita y veré los matojos de orégano. Pero créeme, yo conozco un lugar, un lugar mágico y real, en el que todo es posible y donde la creatividad borbotea. Ese lugar está aquí, latiendo en mí, y desde luego, también en ti.





1 comentario:

  1. Algún día el destino hará que nos conozcamos, estoy completamente segura.
    No hay muchos lugares con esas cualidades personales.

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