Gracias piernas por sostenerme. Gracias tierra por aguantar
los pasos.
Deja que la lluvia inunde y arrastre, deja que el ayer se
vaya, se pierda y se borre. Deja que el mañana permanezca siendo un misterio y
entrégate a este instante.
Los días se convierten en semanas y así, entre chiste y
chiste, ya llevo más de dos meses en Lugo. Un montón, un poquito, no lo sé.
A veces me siento solo. En ocasiones me siento perdido.
Busco soluciones que no encuentro, para problemas que solo hay en la cabeza.
Pero vivo desde mi cabeza y sufro por ello.
Reflexiono demasiado y me distraigo en banalidades con igual
frecuencia. Me juzgo y juzgo, intento recordar y la memoria no me llega. El
tiempo pasa y por la noche duermo. A veces sueño y a veces tengo frío. Mis pies
se mueven, la lengua se desliza, produciendo sonidos. Los oídos escuchan y con
los ojos veo nubes pasar, siempre pasando, siempre moviéndose, aunque sea un
poquito.
Me repito y vuelvo al mismo punto una y otra vez. Como si
fuera un disco rayado, uno que no puede seguir expresando melodía fluida.
Y de repente, esa cosa atascada, tensa y llena de
preocupaciones no soy yo. De un instante a otro, toda esa tensión se convierte
en una bolita, una bolita pequeña, suave y blandita. Y tan solo me entran ganas
de abrazar a esa bolita y decirle que todo está bien, que no hay por qué
preocuparse. Pero al mismo tiempo yo sigo siendo la bolita, y también esa voz
consoladora.
Todo parece confuso y paradójico. Es como que todo tiene
sentido, pero al mismo no hay ningún propósito en la vida. No hay verdades
absolutas ni mentiras a medias. Todo es simple y complejo. No hay respuestas
sin preguntas, y cuando encuentro respuestas, no son las que busco y no me
llevan a ningún sitio. No siento que avance, que vaya hacia adelante, pero al
mismo tiempo no sé por qué hay que ir hacia adelante.
Me entran ganas de hacer cosas por los demás. Quiero
impresionar a los otros, quiero que conozcan mi nombre, que digan que soy
bueno. Quiero sentirme bueno, valiente y valioso. Pero también quiero ser
humilde y no poner “Yo” delante de lo que hago. Quiero vivir en paz, pero
también quiero bañarme en emociones. Quiero estar relajado, pero que no me
tachen de vago. A veces quiero muchas cosas y otras veces no quiero nada.
Por momentos me siento feliz, e intento agarrarme a esa
sensación con todo cuanto tengo. Quiero mantener una imagen de mí mismo.
Siempre he querido eso. Pero es un esfuerzo muy grande mantener una imagen.
En este momento, me imagino publicar esto en el blog y me
entra sensación de estar desnudo. Y yo me juzgo a mí mismo a través de los
demás. Yo me tacho de repetitivo, loco y todo lo demás, pero en lugar de
aceptar que esas opiniones nacen de mí, las pongo en ese anónimo “los demás”.
Quizás los demás no existan. Tal vez solo esté yo. Y tal vez
ni siquiera esté yo.
No sé si estoy loco, no sé si estoy perdiendo la cabeza.
Pero desde luego, todo esto que escribo no es algo que hable a diario. Intento
evitar conversaciones como ésta con otras personas, pero la verdad es que
siento un tremendo alivio al despojar mi cabeza de todas estas cosas.
Me entran ganas de ir por el mundo con un cartel en el pecho
que ponga: Estoy perdido, no sé quién soy, ni qué hago aquí. Tal vez me haga
hacer una camiseta con esas palabras.
La mayor parte de mi vida me siento así. Y no me disgusta,
lo que más me cuesta es pretender que no estoy perdido y que sé quién soy y qué
hago aquí. Es un esfuerzo tremendo montarme películas y contarme historias que
me hagan ver seguro, fuerte y entero; cuando en realidad me siento vulnerable,
debilucho y blandito.
A veces también siento que escribir en el blog sigue siendo
una manera de esconderme, de no decir al mundo lo que siento. Porque si de
verdad quisiera ser honesto, tal vez no estaría escribiendo, sino saliendo ahí
fuera con el pecho al descubierto y los brazos abiertos, sin nada que esconder.
Y luego está mi parte optimista, ese fueguito interno que me
dice que todo va a estar bien, que no hay por qué preocuparse, que aunque todo
parezca confuso e incierto, por dentro, en esencia, hay una profunda seguridad
de que ya soy todo lo que necesito ser.
Pero ese fueguito optimista me hace sufrir mucho. Creo que
ser optimista me hace sufrir. Porque hay veces en las que no sé por qué soy
optimista. Hay veces en las que no entiendo cómo puede haber una vocecita que
me dice que todo va a salir bien y que tan solo estoy en esta vida para amar y
expresar lo que soy. Sufro porque mi cabeza no entiende lo que late dentro de
mí, y ese fueguito tampoco se esfuerza por dar explicaciones o respuestas.
Al final todo se reduce a una cuestión de confianza, de
confiar en mí y dejar de resistirme, de ponerme trabas, rendirme y aceptar que
no tengo ni idea de lo que va a pasar.
Tal vez, también sea importante aceptar a la cabecita con
sus complicaciones y su constante búsqueda de respuestas y explicaciones. Sé
que soy un fueguito ardiendo, cantando suave y danzando despreocupado, pero
también soy una mente activa, preocupada y llena de juicios. Una mente que no
quiere aceptarse a sí misma, y mucho menos amarse a sí misma. Pero también soy
eso. Soy esencia y superficie, no puedo ignorar la superficie, ni tampoco
tacharla de mala o fea. Todo cuanto soy, todo cuanto somos, merece el mismo
cariño y amor.
soy todo lo que necesito Ser.,,SI
ResponderEliminarrendirme y aceptar que no tengo ni idea de lo que va a pasar.