Cuando te topes con alguien que exprese ideas que se alejen
de las convencionales, alguien que corre el riesgo de seguir los dictados de su
corazón, que esté dispuesto a caminar por un sendero que todavía no está
pisado; por favor, no le tengas miedo. No le taches de buenas a primeras de
ingenuo o insensato, no trates de reencauzarle al rebaño y sobre todo, no
intentes contagiarle tus propios temores.
Aquellos que no se conforman, esos que cuestionan todo
(incluso a sí mismos), que se niegan a seguir patrones impuestos y se atreven a
seguir lo que les late por dentro, todos ellos son los únicos capaces de crear
algo nuevo, de abrir camino por donde antes solo había maleza.
Sin embargo, estas personas representan una amenaza para la
permanencia del estado actual, un volcán latente que pone en duda lo antiguo y
tradicional. Por tanto, es normal que los que se resisten al cambio, intenten
extinguir la lava antes de que nazca.
Lo que me resulta curioso es que al parecer, la mayoría de la
gente quiere un cambio. Todos a mi alrededor hablan de crisis, de explotación,
injusticias y la lista sigue hasta hacerse interminable. Todos parecen
descontentos, agotados y exprimidos. Los que trabajan se quejan, los que no,
también; a todos les falta algo, incluso a los que parecen tener todo. Además,
hay que taparse los ojos con demasiada fuerza para no darse cuenta de que
vivimos en un mundo injusto, en todos los niveles y en todos los aspectos.
Entonces, yo me pregunto, si todos ven el peligro y la
nocividad del actual modo de vida, ¿Por qué despreciar a los que se plantean
vivir de un modo distinto?
Y no hablo de los “antisistema”, de los que se oponen a todo
y tan solo buscan culpables o enemigos, me refiero a la gente que de verdad
está dispuesta a cambiar; no a los políticos ni a la sociedad, sino a sí misma.
Si tú no te atrevas a cambiar, por la situación que sea; da
igual que te mueva el miedo o la necesidad, ¿Por qué piensas que los demás no
tienen derecho a hacerlo, o que van a fracasar en el intento?
Si no estás satisfecho en tu trabajo, pero tampoco te
decides a dejarlo, ¿Por qué tachar de loco o irresponsable al que se arriesga a
renunciar y empezar de nuevo? Ya que, después de todo, él está haciendo lo que
tú no te atreves a hacer.
Y con esto no digo que el que se arriesga hace lo correcto y
que el que se aferra a lo conocido se equivoca. Lo que digo es que no tiene
sentido criticar algo que tú no te has dado la oportunidad de experimentar.
A lo que quiero llegar con esto, es que la mayoría de la gente
está descontenta con su situación actual, pero que por un motivo u otro
prefiere continuar haciendo lo que hace, aplicando a la perfección el dicho de
“más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Y en lo que quiero hacer especial énfasis es que aparte de
eso, hay una tendencia clara a marginar y rechazar a todo aquel que, por un
motivo u otro, prefiere jugársela con la posibilidad que ofrece lo nuevo por
conocer antes que seguirse castigando con lo malo que ya conoce.
Con esto no pido a nadie que cambie, ni tampoco pretendo dar
ninguna clase de consejo o influenciar a alguien. Lo único que pido y que veo
de apremiante necesidad es coherencia, y eso, desde luego, empieza con las
palabras que salen de mis labios y las acciones que trazan mis manos.
Por otra parte, tampoco le veo sentido darle la vuelta a la
tortilla y ensalzar o alabar a aquellos que caminan por el camino menos
transitado.
Para dar un ejemplo práctico de lo que hablo, me gustaría
citar a una persona que conozco. Se trata de un ser humano que come lo que
cultiva, en una pequeña casita que no considera suya y que siempre tiene las
puertas abiertas a disposición de quien la necesite. Se trata de una persona
que ríe con facilidad y cuyos días transcurren con suma sencillez. Esos son los hechos, pero a partir de ahí, la
gente, en lugar de limitarse a observar lo que es, tiende a juzgar, con
demasiada facilidad. Así, algunos le tachan de contradictorio, le buscan puntos
flacos a lo que dice y ponen en duda su autenticidad; y por el lado contrario,
le consideran un maestro, una persona de extraordinaria bondad y otros
adjetivos zalameros.
Pero él, como dije antes, es solo un ser humano que come lo
que cultiva y que vive en una casita con las puertas abiertas.
Si el descontento te consume, cambia, o no lo hagas; pero no
te quejes. No hay nada más inútil que una queja. Éstas son el consuelo de los
cobardes, de los que viven muriendo y luego tienen la desfachatez de quejarse
de su propio suicidio.
Y si eres de los que ha decidido dar el paso hacia el
cambio, no pretendas llevarte de la mano a nadie, no escapes de la soledad que
conlleva andar sin compañía, no reemplaces la autoridad impuesta por la propia,
ni sustituyas unos guías por otros. Solo
aquel que no tiene miedo a andar solo, que no pretende convencer ni imitar, ese
que se relaciona consigo mismo con total honestidad, es el único que está en
comunión con los demás.
No pretendas quemar la luz que otros portan, ni tampoco quieras
hacerla tuya.
Nadie más que tú puede alumbrar el camino que trazas, porque
la luz, la que ilumina sin dejar sombra, solo puede arder en tu interior.
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