miércoles, 22 de julio de 2015

¿Y por qué no?

He escuchado voces ajenas y me he esforzado por escuchar mi propia voz. Pero cuánto más fuerte hablo, menos me escucho.
¿Por qué no escuchar al silencio? Ese silencio que abre los ojos cuando me despierto con la cara pegada a un charquito de saliva. Saliva que genera la relajación de unas mandíbulas sin nada de qué preocuparse, ya que solo cuando dejas de preocuparte puedes soñar de verdad, sueños de esos que no recuerdas, pero que te dejan con buen sabor de boca, sabor a saliva mañanera.
He oído muchas palabras, ya lo he dicho; y probablemente las seguiré oyendo. Me han dado consejos en forma de amenazas; me han dicho que tengo que esforzarme y nunca perder la esperanza. Pero: ¿Y si no hay nada que esperar?
No necesito esperar por nada, ni por nadie, porque todo lo que tiene que llegar, llegará, cuando deje de esperar.
La esperanza se basa en el deseo de conseguir algo que no tienes, en convertirte en algo que no eres, en cambiar lo que es por lo que creemos que debería ser. Pero, ¿Realmente hay algo que no tengamos? ¿Hay algo que no seamos?
El árbol está contenido en su semilla, la flor en el polen que se lleva la mariposa y el ser humano está en cada pensamiento, en cada acción, en cada llanto y cada sonrisa. No hay nada que falte, ni nada que sobre, porque todo lo que la vida necesita se encuentra contenido en ella misma. No hay nada aislado, la relación es la vida y también es la muerte.
¿Por qué? ¿Y por qué no?
¿Por qué no puedo vivir sin ambición, y además hacerlo con dignidad? ¿Por qué no puedo tener un plato de comida sin vender lo que hago o lo que soy?
Y lo único que se me ocurre decir es que sí, sí que puedo hacerlo –no digo conseguirlo –digo hacerlo. No se trata de cumplir objetivos o demostrar que es posible, no se trata de crear ideales y dejarme consumir por utopías; no se trata de convencer a nadie o de seguir a alguien. Pero es posible, claro que es posible, así lo siento, así me arde y me nace por dentro.
La vida es algo complejo, con infinitos laberintos de formas, caudalosos ríos de preguntas, motivos ocultos y emociones profundas; pero su esencia no puede ser más simple y sencilla, porque lo esencial no puede ser de otro modo. Lo material es lo único complicado, el pensamiento es material y vivimos de pensamiento; por eso todo nos parece enrevesado. Lo material es una creación del pensamiento, y nunca ha habido diferencia entre el creador y sus creaciones.
El pensamiento ha creado la silla sobre la que descansan mis nalgas, el teclado en el que escribo y la mesa sobre la que descansa. El pensamiento ha creado las leyes que conciben a los hombres como inocentes o culpables. El pensamiento ha creado a dios a su imagen y semejanza; por eso la religión se ha convertido en un concepto, en sustantivo en lugar de verbo (como decía Ricardo Arjona).
Pero el pensamiento no creó las olas, ni las rocas en las que se estrellan o el viento que las maquilla. El pensamiento, que todo cree saberlo y poderlo, no creó la tierra sobre la que crecen los pastos, ni a las criaturas que los mastican. El pensamiento llega hasta donde puede llegar y cuando no busca alcanzar horizontes fuera de su alcance, tiene lugar la armonía, la natural armonía en la que lo material se funde en uno con el vacío, con la nada que no necesita manifestarse. Cuando se es sencillo, auténticamente sencillo, se puede realizar la más compleja de las creaciones sin conflicto alguno.
Pero la gente piensa que la sencillez se halla en vestir de harapos, en racionar las comidas y dormir a la intemperie. El monje que vive de ayuno y caridad presume de humildad; mas la humildad, como toda virtud, tan solo es virtud cuando no se jacta de serlo. Así, la sencillez es la esencia, no el resultado.
¿Por qué? ¿Y por qué no?
¿Por qué no dejamos de complicarnos? ¿Por qué no dejamos de escribir trabalenguas para bocas que anhelan desenredarse? ¿Por qué no coger la mano de una niña y sentir la inmensidad que contiene la ternura? ¿Por qué no abrimos los ojos como si fuera la primera y la última vez que lo hacemos?
Al fin y al cabo, hoy es un día completamente distinto a cualquier otro. Hoy es un día que nunca antes ha existido y que nunca más se podrá volver a repetir. Por tanto y en resumen, hoy es un día como cualquier otro.
Podemos dividir la vida en momentos que se suceden unos a otros, como un río que nos conduce de manera inequívoca del principio al final. Pero la vida no es un río porque te lleve de un sitio a otro, la vida es un río porque fluye, fluye de tal manera que en todo momento es algo nuevo, en todas partes, al mismo tiempo.



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