sábado, 18 de julio de 2015

Si los tacones te incomodan, quítatelos

Necesito ser valiente para crear algo distinto. Se requiere coraje para ser uno mismo, para mantenerse firme y a la vez, no encasillarse en la defensa de ninguna postura.
Veo la apremiante necesidad de cambio, pero todavía no me he soltado del todo.
Me siento solo, he llegado al punto de darme cuenta de que nadie va a venir a ayudarme. Ni siquiera mi mente -que es la mente de la humanidad entera -puede sacarme de esta. Ya no me valen sus soluciones teóricas, ya no quiero sacar más conclusiones, emitir más juicios ni perseguir más objetivos.
De hecho, ningún deseo me llena. Ninguna búsqueda material o espiritual me motiva; no quiero seguir buscando.
¡Quiero hacer algo distinto! No quiero convertirme en un negociante. Aquí todo es un negocio. Consideramos a la naturaleza como un producto de explotación y del mismo modo tratamos a las personas. Negociamos con billetes y con sentimientos; todo es un intercambio en el que lo más importante es obtener beneficios. No quiero hacer nada para obtener beneficios.
Pero claro que quiero actuar. Claro que quiero, es solo que quiero dedicar mis energías a algo diferente, a algo que sea beneficioso para mí y para los demás, dedicarme a algo que ayude a crear vida, no a destruirla o encarcelarla.
¿Pero cómo llegarás a fin de mes? ¿Dónde vivirás? ¿De qué te alimentarás?
No lo sé, pero no me preocupa en absoluto. No tengo miedo a no poder sobrevivir. Es verdad y siento que tengo que ser sincero al respecto: No tengo miedo a no poder comprar comida o pagar una factura.
No tengo miedo porque de algún modo, siento que vivir de un modo distinto es posible. Siento que no es necesario trabajar por el miedo a no poder subsistir. Siento que es posible trabajar y actuar de un modo creativo, por la simple alegría de hacerlo. Y eso es lo que quiero hacer, lo que sea que haga, me da igual que sea escribir, barrer suelos, cosechar fruta, correr o lavar platos. Lo que no quiero es hacerlo esperando tener una recompensa. Renuncio a formar parte de ningún negocio.
Y no estoy diciendo que por pensar de esa manera soy mejor o peor que nadie; no estoy diciendo que yo estoy haciendo lo correcto y que los demás se equivocan. Lo que quiero es poner de manifiesto que un modo de vida distinto es posible; que se puede vivir sin ambición, sin temor, sin presión. Y desde luego, si yo no soy lo suficientemente valiente para hacer lo que siento, nadie lo va a hacer por mí.
Para eso, necesito ser valiente. Porque la sinceridad requiere valentía, y cuando eres sincero de verdad, también eres completamente vulnerable. Sin embargo, esto tampoco me incomoda. Nunca he sido un tipo duro, nunca he disfrutado de esconderme tras alguna máscara y nunca he tenido éxito en intentar ser algo que no soy. Me siento a gusto caminando con el corazón al descubierto, latiendo a la vista de todos.
Todo esto que he dicho me ha hecho recordar un pequeño y en apariencia insignificante evento que tuvo lugar hace un par de semanas:
Era ya muy tarde y yo no podía dormir, así que decidí salir a dar un paseo, y por una avenida poco transitada observé caminar a una pareja. Él la sostenía del brazo y ella contraía el rostro para disimular el claro dolor que sentía. ¿El motivo de su sufrimiento? Los astronómicos tacones que llevaba. Sus zapatos eran dos elevadas agujas que torturaban sus pies.
Me empapé del sufrimiento de aquella chica y vi con suma sencillez que lo único que tenía que hacer para dejar de sufrir, era quitarse los tacones, tan solo eso. Pero por supuesto que ella no se los quitó y siguió avanzando como podía.

Lo que descubrí esa noche fue que la mayoría de nosotros estamos caminando igual que esa muchacha, adoloridos e incómodos; pero la mayoría nos empeñamos en continuar el sendero con el mismo calzado; quizás por costumbre, tal vez por miedo, o porque esos tacones sean lo único que conozcamos. Pero si no nos los quitamos, nunca sabremos si otra manera de andar es posible.


No hay comentarios:

Publicar un comentario