miércoles, 4 de marzo de 2015

El partido de mi vida

Estoy llorando. Sí, hay lágrimas sobre la mesa en la que escribo. ¡Cómo mola!
Soy feliz. Estoy feliz. Estoy vivo y casi ni me lo creo. ¿Cómo se puede estar tan emocionado por el simple hecho de estar vivo?
Ahora me río. Porque tengo labios que pueden componer una media luna, solo por eso. Porque puedo.
Y hoy, hoy voy a jugar el partido más importante de mi vida.
Al final, no he cumplido ni una de las promesas que me hice cuando tenía 15 años. No he completado ninguno de mis objetivos, no he cruzado ninguna línea de meta, no he terminado nada ni tampoco me he esforzado demasiado. Pero me la suda. Me la suda por completo.
 ¡Y menos mal que no me esforcé mucho! Porque si tienes que esforzarte para hacer algo, mejor no lo hagas. En cambio, las noches en vela que pasé escribiendo no supusieron sacrificio alguno. Los bostezos me energizaban y aunque los párpados se me caían, mi corazón me mantenía despierto.
He escrito cartas, reflexiones, anécdotas, he contado historias, he narrado cuentos, me he inventado relatos e incluso estoy escribiendo un libro sin pies ni cabeza. He pintado cuadros con crayones sobre hojas cuadriculadas. He salido a correr por campos de Castilla, he cantado con el viento y he disfrutado de una ensalada diaria. He amado y lo sigo haciendo, sin haber pasado ningún curso previo. He bailado solo y he trotado del revés. Y es curioso, porque a pesar de no haberme esforzado en absoluto, al final he acabado sudando, llorando y sangrando.
Pero te aseguro que disfruto de cada gota salada, pertenezca al fluido que pertenezca.
¡La vida es tan sencilla cuando te limitas a vivirla! Es tan mágica, tan llena de milagros, de luces y de sombras. Cada día hay un amanecer y cada tarde, un atardecer. En serio, ¿No te parece sorprendente?
Y hoy, hoy voy a jugar el partido más importante de mi vida.
No hay trofeos en juego, ni tampoco se trata de una competición oficial, no habrá un estadio entero coreando mi nombre. Además, ¿Cuál es mi verdadero nombre?
No, hoy me juego algo mucho más importante que una medalla dorada. Hoy está en juego divertirme como un cachorro recién nacido.
No me importa la estadística, ni los puntos con los que finalice el encuentro. Me importa un bledo mi reputación, porque no tengo ninguna. Hoy me juego la pasión por la pasión. Hoy correré hasta que me ardan los pies, saltaré más que una rana, celebraré mis fallos y mis aciertos y me convertiré en una chispita de alegría deslizándose sobre la duela.
Mi vida entera me ha llevado a este momento decisivo. Hasta hoy, siempre competí por algo. Disfruté de algunas cosas, me llevé unos cuantos premios y otros tantos chascos. Me frustré en las derrotas y levanté los puños en las victorias.
Perseguí objetivos, organicé mis días, planeé mis tardes y me imaginé de mil maneras distintas el mañana. Todo para darme cuenta de que ese mañana que esperaba era hoy. Pero parece que todo el mundo está empeñado en esperar algo.
Esperamos al autobús y al amigo que llega tarde. Esperamos al amor de la vida, al trabajo perfecto y las circunstancias adecuadas. Esperamos que salga el sol para empezar un nuevo día y esperamos al viernes por la noche para salir de fiesta. Esperamos que gane nuestro equipo este fin de semana y que nos toque la lotería el año que viene.
¡Ay! Siento decirlo, pero la espera es en vano.
Si el autobús no llega, vete corriendo. Si tu amigo se retrasa, pon tu atención en el instante, ya verás que siempre hay algo ocurriendo, y además, algo increíble. ¡Te lo aseguro!
Cuando el amor se resiste a aparecer, tal vez sea porque lo estás buscando y el amor es un tanto escurridizo cuando lo acosan. ¡No esperes al amor! Tan solo dedícate a amar, ya verás que cuando le des libertad para expresarse el amor te devolverá el abrazo.
¡Es tan simple! Y cuando vives con pasión, todo trabajo es adecuado, y si el oficio que realizas te parece esclavizante y aburrido, tal vez sea porque eres un esclavo y lo que haces es aburrido.
Cuando te das cuenta de esto y empiezas a deshacerte del equipaje de sobra (que en realidad sobra cualquier equipaje), tu andar se hace más ligero, tu cabeza más liviana y tu postura más erguida. Entonces los días dejan de comenzar cuando te levantas, porque cada instante que respiras se convierte en un nuevo día. Y ya no necesitas meterte en una discoteca oscura para decir que estás en una fiesta. Porque la rumba la llevas en la sangre y cualquier trozo de acera es la mejor pista de baile.
Y si realmente has sentido algo de lo que acabo de decir, te será fácil observar de que no necesitas ganar la lotería para sentirte afortunado, porque la vida que late en ti es el mayor regalo.
¡Hoy es ese día que tanto esperabas!
Me he pasado la mitad de mi existencia intentando ganar, luchando por conseguir títulos que me otorguen prestigio, labrarme una identidad honorable. He jugado más de mil partidos y nunca acabé uno solo completamente satisfecho. Siempre abandoné la cancha con un sabor agridulce en la boca.
Pero hoy voy a jugar el partido más importante de mi vida.

Hoy me vestiré de corto una vez más. Me ajustaré las zapatillas, me subiré los calcetines, sujetaré mi melena con una cinta y saldré al campo aullando de alegría. Porque hoy es la gran final y sea cual sea el resultado saldré campeón.

1 comentario:

  1. Felicidades. Porque ya has ganado.
    ¿Has tenido alguna vez la sensación de estar en una cola o fila esperando el abrazo de la vida y siempre se te cuela alguien? Pero, tendré que seguir esperando porque es lo que parece que tiene que ser de momento.
    Felicidades de nuevo señor sin nombre.

    ResponderEliminar