Hay una ventana hacia el cielo. Hay cristales que enseñan
golondrinas pasar, pajarillos que canturrean sobrevolando el atardecer. El
horizonte es morado, es azul y anaranjado. El mar ruje cerquita a mis pies y
las montañas exhiben su verdor ante mis ojos.
¿Qué sentido tiene pensar en mañana? Ese esquivo día que
viene después de hoy. Ese día no existe y casi todos le han entregado su vida.
Hoy estoy aquí. Hoy estoy vivo y todo cuanto puedo hacer,
todo cuanto puedo sentir y sudar, pertenecerá por siempre a este instante. No
hay nada más allá. Mis sueños, la fuente de las ideas, el volcán de la
imaginación, los mayores temores, los llantos de la infancia y los pasos en
falso; todo está aquí.
No sé cuántas veces más escribiré acerca del futuro, no sé
si en algún momento no tendré más temas de qué hablar. Pero siento que siempre,
siempre habrá algo que decirme. Porque día a día, me descubro alguna nueva
mentira que me estoy contando. Cada día hay una nueva lección de humildad que
aprender, otro escalón que descender; porque la vida no consiste en llegar a lo
más alto, sino de profundizar en el vasto mar de sangre caliente, ese que se
revuelve bajo el pecho.
Y en la ventana, ya no hay golondrinas, ni sol tras las
montañas. El azul se oscurece junto con las olas y las estrellas se preparan
para emerger.
Y yo, yo estoy aquí. Consciente de que la certeza no se
expresa con palabras, porque lo que es cierto no pretende demostrarse ni
convencer. La autenticidad tiene las piernas flexibles y en sus ojos rebosa
sensibilidad, viste sencillo y carece de razón, porque todo cuanto la impulsa
es el corazón.
¡Cuánto esfuerzo! Cuánto esfuerzo he invertido buscando,
almacenando y generando conclusiones. Me he definido a mí mismo, a la vida, a
los árboles y hasta me hice un concepto de la verdad. Todo para darme cuenta de
que cuánto menos retienes, más libre eres; cuánto menos dices que sabes, mayor
es tu apertura para el descubrimiento.
Ser firme y mantenerte flexible. Ser fuerte con el corazón
al descubierto. Observar con precisión, sin excusas, sin justificaciones, pero
sin juicios. Hablar con sinceridad, sin que la lengua se embelese con su propio
sonido. Respetar sin miedo. Amar sin prudencia. Comer sin mesura, pero con
inteligencia. Morir en cada instante, nacer con cada momento. Vivir en armonía
pero con fuego en el corazón. Dejar que las llamas ardan, pero que no te conviertan
en ceniza. Ser humilde sin pretenderlo, reconocer tus talentos sin apropiarte de
tus dones. Abrazar como un oso, con la ternura de una madre y la libertad de
una golondrina. Observar la virtud ajena sin envidiarla ni pretenderla, Navegar
entre tus miedos con total honestidad, sin temor al naufragio, sin buscar
terreno firme. Abandonar los trajes del engaño, despojarte de mentiras, caminar
descalzo de apariencias. Mirar el cielo estrellado, sin tacharlo de grande, sin
sentirte pequeño. Sentir el invierno en tus venas cuando sopla el viento y se
empañan las nubes, y no cubrirte de abrigos. Sentir sin ahogarte en emociones.
Pensar sin complicarte, adelantarte o enredarte. Razonar, pero mantener las
tripas calientes. Cantar, como te salga, con lo que brote de tu garganta, sin
desperdiciar tu voz en pos de oídos que te entiendan, porque la melodía es solo
tuya, y de nadie, y de todos; al mismo tiempo. Abrir los ojos ante el dolor, aguzar
las pupilas ante la injusticia, pero dejar que la justicia se manifieste por sí
sola. Porque la justicia, la que es buena de verdad, esa no se encuentra, ni se lucha
por su causa, no causa muertes, no provoca guerras ni se organiza en
religiones. La justicia late en las venas de la libertad.
Libertad, ¡Qué palabra! Cuántas canciones ha inspirado,
cuántas páginas ha escrito, cuánta sangre ha derramado, cuánta confusión genera
y cuántos pulmones mantiene vivos. Y
pesar de todo, solo es libre aquel que se atreve a vivir sin miedo, ese
que se funde con la nada. Cuando tu casa es solo un techo, cuando dejas de
creer que lo que tienes es tuyo, cuando dejas de construir el muro de tu
identidad y te aventuras a descubrirte con cada amanecer, cuando la muerte es
una puerta y vida todo lo que hay detrás de ella, entonces, solo entonces, eres
libre.
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